Salvador Salas

El Genal ya trabaja en su recuperación: «Hay esperanza»

Son pueblos acostumbrados a tener el viento en contra. Por eso con un ojo cuentan las pérdidas, «incalculables», pero con otro imaginan cómo reinventarse: «Es nuestro espíritu»

Domingo, 19 de septiembre 2021, 01:11

Nadie se atreve todavía a hacer números. El impacto que el incendio de Sierra Bermeja tendrá sobre la economía de la zona resulta «incalculable», en ... palabras del alcalde de Jubrique, Alberto Benítez. Los pueblos del Valle del Genal viven de su ecosistema, que ahora sangra por una herida de cenizas y humo. Los seis días que mantuvieron a todo el país con la respiración contenida ante el avance del fuego, que parecía imparable hasta la llegada de la lluvia, han dejado un saldo oscuro, casi negro, de montes calcinados, fincas destrozadas, animales perdidos y reservas canceladas. Pero sobre tanta ruina, como un brote apresurado, surge la resiliencia de los vecinos. «Es como si me arrancaran un trozo de mí», explica Fina Márquez, dueña de una de las finca más devastadas de Jubrique, «pero ya tengo un millón de ideas».

Publicidad

La familia Márquez aún calcula las pérdidas: «Nuestra intención era vender la finca y contar con el corcho de dentro de tres años y las castañas de éste». Pero los alcornoques y los castaños han quedado arrasados, árboles que son el sustento de medio pueblo: «Tengo un proyecto de cabañas entre castaños. Ahora tardaremos en ponerlo en marcha». Pero las llamas, insiste Fina, hubieran dolido «igual» incluso si aquello que ardió no fuese su modo de vida. «Esto», ilustra, «es nuestra identidad». Pero aquí están acostumbrados a sobrevivir con el viento en contra: «Somos la resistencia, personas que han apostado por quedarse en el campo. Las administraciones deberían centrarse ahora en agilizar las ayudas a las fincas pequeñas, particulares, porque no por pequeñas son menos importantes. Esto te hunde el ánimo». Por eso reclama que la negociación política de los próximos días se lleve a cabo fuera de los despachos, sobre el terreno: «Que se dejen de luchas partidistas. Los ciudadanos afectados deberíamos ser interlocutores directos. Hay que recuperar las alambradas, limpiar, sembrar. El Valle es nuestra casa».

Andrés Muñiz, empresario, tiene dos apartamentos turísticos en Faraján para los que ya hay cancelaciones «hasta en noviembre», cuando se supone que el entorno habrá recuperado cierta normalidad: «Son miles de euros de pérdidas. El senderismo, que es uno de los principales reclamos de la zona, se complica. Esto es un desastre». Pero en su discurso también asoma el estoicismo: «Otras personas lo van a sentir más». Es el caso de Antonia, del mismo pueblo. Recuerda que los bomberos tuvieron que desalojarla de su finca: «Quería ver si ardían los castaños». La preocupación nace de una inversión ahora talada: poco antes del incendio había plantado mil chaparros procedentes del vivero de Cortes de la Frontera. Ardieron todos. También los pinos, aunque muchos castaños, su principal inquietud, se libraron de las llamas: «Estoy en estado de shock. Teníamos la ilusión de retirar la zarza y dejar limpia la montaña para repoblarla con alcornoques y castaños». Entre el desbroce y la plantación calcula que habrá perdido unos 40.000 euros, una cantidad que lastrará el presupuesto familiar durante meses.

Ver fotos

Galería.

La suciedad de los montes constituyó uno de los grandes obstáculos en las labores de control y extinción del incendio forestal: la maleza se convierte en combustible biológico, antes retirada de forma natural por la ganadería y ahora, con la despoblación, acumulada con el riesgo de que acelerará cualquier fuego. Juan Caballero, pastor, forma parte del puñado de valientes que no han cedido al éxodo rural: tiene 58 años, ejerce la ganadería extensiva desde 1987 y vive en Genalguacil, aunque nació en Benarrabá. Perdió cerca de 150 ovejas de las que apenas ha recuperado 30: «Las encontré con la lana chamuscada y, sobre todo, muy asustadas. No respondían a mis voces, cuando normalmente me escuchan y ya las tengo a mis pies. Esta vez tuve que acercarme con una bolsa con pan».

SUR

Juan, que heredó el oficio de la tradición familiar, tenía la esperanza de que los animales, que estaban libres, «cogieran la sierra de Casares». Por allí encontró a algunas de estas llamadas ovejas bomberas, imprescindibles en la prevención de incendios: pastan en los cortafuegos para mantenerlos libres de maleza, desbrozados y limpios. Pero cada vez hay menos pastores y también menos ovejas, una merma que eleva el peligro de que las llamas se extiendan y traspasen los cortafuegos: «Comen de noche. Pensé en ir al rescate, pero si lo hubiera hecho ahora mismo estaría en una caja de pino».

Publicidad

El alcalde de Pujerra, Francisco Macías, se muestra tajante: «Esto es una ruina para todos los vecinos. Se han quemado fincas enteras». La crisis desatada por el incendio se engancha con el desastre económico provocado por el coronavirus, del que aún estaban recuperándose: «En el pueblo hay un hotel y un restaurante. Había posibilidades de reabrirlos, pero con todo esto olvídate, y eso que aquí no ha llegado el fuego». Su homólogo en Faraján, Fernando Fernández, reconoce que los Ayuntamientos de la zona aún esperan la convocatoria de una reunión donde exponer el número de hectáreas arrasadas y las pérdidas económicas: «Para que esto no se vuelva a repetir hacen falta subvenciones de las administraciones, aunque los dueños de las fincas tengan que poner su parte. Ten en cuenta que el Valle del Genal es un pulmón de Málaga. Aquí vivimos del castaño, el corcho y el porcino, básicamente. La parte calcinada de Genalguacil y Jubrique impacta porque los castaños, alcornoques y chaparros necesitarán al menos treinta años para volver al estado en el que estaban».

Pero quedarse de brazos cruzados hasta que lleguen las ayudas no es una opción para nadie aquí. Ya lo demostraron los vecinos de Benarrabá que, encabezados por su alcalde Silvestre Barroso, abrieron su propio cortafuegos en el río para complicar el acceso de las llamas al pueblo, algo que finalmente no sucedió. Juntos, sin permiso oficial y contra las recomendaciones del Infoca, cargados con herramientas y maquinaria agrícola, retiraron la maleza y refrescaron la vegetación. Aquella iniciativa, entre heroica y temeraria, resume el espíritu de estos pueblos que llevan años plantando cara a la despoblación. Por eso el primer edil de Jubrique ya piensa en convertir el drama en una oportunidad: «Seguiremos siendo fuertes. Hay que aprovechar que ahora todo el país ha escuchado hablar del Valle del Genal para promocionarnos, para mostrar lo que todavía tenemos y no se ha llevado el fuego, que es mucho. Tenemos que sacar un bando para que los vecinos nos comuniquen lo que han perdido, hacer balance, pero luego tenemos que volver a construir nuestra querida sierra, ir todos a una».

Publicidad

SUR

Algo similar piensa Jesús Ponce, dueño del hostal de Benarrabá, que ha acogido a buena parte de los trabajadores que han intervenido en el incendio: «No queremos vender pena, no es el momento. Hay que darle la vuelta a la tortilla. Ese es el espíritu del Valle, reinventarse una y otra vez. No somos empresarios, sino amantes del Genal. He visto mucho verde. Todavía hay esperanza». Ponce se emociona cuando recuerda los mensajes de muchos bomberos, agradecidos por la hospitalidad: «Nos daban las gracias a nosotros, cuando éramos nosotros los que estábamos agradecidos por su ayuda. No hemos hecho otra cosa que procurar su descanso y darles café y comida. Los héroes son ellos».

Jesús, Fina, Juan, Antonia, Alberto y muchos más son capaces de levantar la vista, sobre la tierra quemada, para divisar la sierra que aún resiste, verde y esplendorosa, como si a un par de kilómetros no hubiera ocurrido uno de los mayores desastres ecológicos de los últimos tiempos en la provincia: «El Valle todavía tiene mucho que ofrecer».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad