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Grupo de Caballería, guardianes de la imagen segura de Málaga
Los jinetes de la Policía Local de Málaga cumplen con una doble función: disuadir a los delincuentes y transmitir sensación de orden en las calles
«Está más que estudiado, un policía montado a caballo transmite seguridad». El inspector jefe del Grupo de Caballería de la Policía Local de Málaga, Rafael Martín –natural de Ardales–, conoce a la perfección el resultado que ofrece la presencia de un jinete de su equipo. Desde la Jefatura de Campanillas, donde están las cuadras del grupo, Martín dirige, doma y coordina uno de los grupos policiales más antiguos y respetados en la capital. Ellos son el secreto de la seguridad en las vías principales del Centro de Málaga, así como de la seguridad en los puntos más transitados.
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En una mañana fresca pero soleada, Martín abre las puertas de su oficina, un lugar «privilegiado» para quien tiene devoción por los animales –como él–. Junto al río campanillas, doce ejemplares de distinta raza reciben todos los cuidados necesarios para funcionar como una unidad con los policías que van a sus lomos. «Es algo primitivo que tenemos en el cerebro, cuando hay un caballo delante, el malo se lo piensa dos veces antes de hacer nada, y el bueno se siente más seguro».
Por este motivo suelen estar en constante comunicación con los cruceros que visitan Málaga: los viajeros agradecen la presencia de los policías montados: «Nos transmiten en primera persona su agradecimiento», dice Martín sobre las navieras. «Además, somos uno de los monumentos más fotografiados de la ciudad», bromea el inspector jefe mientras prepara para introducir a Altair, un pura raza española de 600 kilos, para dar unas vueltas en el picadero.
Uno de los lugares más habituales del Grupo de Caballería está en los alrededores de Gibralfaro. Las ruinas árabes suelen ser un punto caliente cuando confluyen varios cruceros en el Puerto, lo que hace que también sea un lugar apetecible para carteristas y malintencionados. «En cuando hay dos policías con dos caballos el ambiente cambia», sostiene el policía caminando entre las cuadras.
Pero, además de la seguridad y el carácter disuasorio que imprimen los jinetes y sus monturas, el Grupo de Caballería también guarda un importante componente ceremonial y protocolario. A lo largo del año tienen unas catorce fechas marcadas en el calendario entre patrones, desfiles y otras efemérides, a las que se van sumando otros actos. Para participar en ellos, relata el agente, cada policía cuenta con un traje de gala hecho a medida que se almacena en la jefatura a buen recaudo, porque son de alto valor y representan el valor institucional del grupo.
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Otra de las funciones específicas de la caballería de la Policía Local –quizá la que más impacto ha tenido en la ciudad durante los últimos años– es su implicación en la Feria de Málaga. Su presencia en el Real Cortijo de Torres junto a la Unidad de Caballería de la Policía Nacional ha contribuido a que los caballistas que acuden al recinto lo hagan cumpliendo con una serie de requisitos. Esta labor administrativa, de vigilancia y control ha contribuido, indica el inspector, a que impere la seguridad y el buen hacer entre los conductores de enganches y feriantes. Además, con este operativo se ha reforzado la seguridad en cuanto a la convivencia de jinetes y feriantes.
En el argot policial se denomina binomio a la unidad que conforman dos policías que ejercen su función de forma conjunta. En el Grupo de Caballería de la Policía Local, esta simbiosis alcanza un nivel superior por la relación de confianza y respeto que han de mantener el agente y equino. «Cuando vas en moto, solo tienes que poner la patilla y dejarla aparcada, pero montando a caballo el animal se convierte en una extensión de tu cuerpo, es algo que hay que tener muy en cuenta en este trabajo», relata el inspector. «Para el que le gusta es de lo mejor que hay, pero no todo el mundo está hecho para esto; todos los policías tienen el carné de moto, pero no existe carné para montar a caballo».
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En la Jefatura de Campanillas, los agentes pasan una gran parte de su jornada manteniendo y domando a los animales. Los ejemplares han de ser «muy nobles», porque deben soportar «el ruido y el movimiento de la calle», comenta el policía Pablo Matas, natural de Antequera y apasionado de su trabajo. Junto a él está José Miguel, el herrador que actualmente se encarga del mantenimiento de las bestias.
Con mano firme y experta, José Miguel cambia las herraduras de Altair –nombrado así en honor a uno de los miembros de la cuadriga de Ben-Hur–, en una de las múltiples tareas y cuidados que requieren estos agentes especiales. En las manos y los pies de los caballos se concentra la gran parte del trabajo, un «mal necesario» que permite a los équidos trotar por el asfalto, un medio «al que no están acostumbrados de forma natural» y para el que necesitan ayuda externa.
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