Lucía Pérez Costillas: «El suicidio es un paso irreversible para solucionar un problema temporal»
«El simple hecho de manifestar la intención ya es un grito de auxilio, no es una llamada de atención», resalta esta psiquiatra del Hospital Regional
Lucía Pérez Costillas (Málaga, 1964) es psiquiatra en el Hospital Regional. En su devenir profesional pasó por Antequera, donde confrontó con muchos casos de suicidio. ... A partir de ahí, empezó a focalizar su carrera en la prevención y en desterrar falsos tabús. Una charla sobre la desesperanza y las razones que llevan a optar por el fin más abrupto de la vida.
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–¿Cuándo hay que empezar a preocuparse?
–Cuando alguien nos habla de la muerte. Más del 90 por ciento de los suicidios consumados se dan en personas que tienen una enfermedad mental. La depresión es tremendamente frecuente. También podemos hablar de edades. El suicidio es más frecuente en la edad mediana, entre los 40 y 50 años. Luego, hay particularidades en las personas ancianas. Normalmente, de cada 100 personas que asumen un intento de suicidio, una llega a matarse. Esta proporción es mucho mayor en las personas ancianas.
–¿Qué falsos tabús rodean al suicidio?
–Es fundamental quitar uno: el que lo dice no lo hace. Es falso. El simple hecho de manifestar la intención ya es un grito de auxilio. No es una llamada de atención, como tendemos a creer muchas veces.
–¿Cómo podríamos diseccionar la conducta suicida?
–En general, lo primero es la idea de muerte. Después viene el deseo de morir y, lo siguiente, es la planificación. Por ejemplo, empezar a acumular pastillas. Luego está el intento del suicidio. En condiciones normales, la gente llega por este camino. El suicidio impulsivo es menos frecuente.
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–Pongamos el caso de Francesc Arnau. La muerte ocurre un sábado. Durante la semana asistía y realizaba su trabajo, con normalidad. ¿Cree que en esos días previos ya había tomado la decisión de quitarse la vida?
–Es muy difícil aventurar. Que estuviera reunido con su equipo, trabajando hasta el último día, puede tener que ver con el deseo de dejar el máximo de asuntos cerrados porque me voy a matar.
–¿Qué lleva a una persona a preocuparse por un futuro en el que ya no estará?
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–La soledad y la desesperanza suelen estar muy presentes en gente con riesgo suicida. Una persona puede pensar que su vida no es reconstruible, pero quiere dejar su labor terminada. ¿Por qué se escribe una carta? ¿Qué es una carta? Pues es un legado.
–El cuerpo está programado para sobrevivir. En una situación de peligro se desata la adrenalina, desaparecen las sensaciones de dolor o fatiga. ¿Qué pasa con ese mecanismo de supervivencia en un suicidio?
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–Es muy raro que en el último momento no se dude. Justo porque se activa ese instinto de supervivencia. Por eso una de las mejores medidas de prevención es el control de métodos. Cuanto más cercano se tengan el método, que es la manera en la que se materializa el suicidio, más fácil es sortear esa duda y que se acabe cometiendo el acto de matarse. Dificultar el acceso a métodos es una de las mejores prevenciones. Pongo un ejemplo concreto. Antes se veía mucho eso de los botes de pastillas. Ahora están los blíster, que se potenciaron a caso hecho por la OMS. Según la persona va sacando las pastillas de uno en uno, tiene tiempo para pensar. Al suicidio se le vence si se le gana tiempo.
–¿Cómo influye la soledad?
–La soledad es uno de los factores más importantes. La soledad y la desesperanza. Ninguna está asociada a una clase social.
–¿El suicidio es una decisión cobarde?
–El hablar de suicidio como valentía o cobardía es un error. El suicidio es fruto de un sufrimiento que no somos capaces de solucionar. Es una solución rápida e inapropiada, pero no tiene nada que ver con valentía o cobardía.
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–¿Siempre hay una solución a todo, aunque no se vea?
–Claro que sí. Y para eso, insisto, es clave el factor tiempo. Hay una evidencia muy clara: todas las personas que han superado un intento de suicidio están contentas de no haberlo hecho.
–Alguien que se tira a las vías del tren o se precipita al vacío, ¿cuántas veces ha visualizado esa escena en su cabeza?
–No lo sabemos. No hay estudios sobre eso. Sí que sabemos algo más sobre la toma de decisiones en el suicidio. El 50 por ciento, aproximadamente, toma la decisión en los últimos cinco minutos. Eso significa que no llevan previsualizando la escena.
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–Usted ha hablado con gente que ha reculado en el último momento. ¿Qué le cuentan?
–Hablan, sobre todo, de la crudeza del momento en el que se intenta consumar el acto. Hablan de que no sabían qué hacer o a quién recurrir ante esa duda del último instante que ya hemos comentado. También hablan mucho de qué hubiera ocurrido si se hubiera consumado el suicidio.
–¿Pensar en los seres queridos puede servir como freno?
–Mucho. Es uno de los frenos más importantes. El tener personas a cargo es un elemento de protección. Tener personas a cargo, sobre todo, niños pequeños. También la religión. La religión sigue siendo otro factor de protección.
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¿Vivimos en una sociedad en la que cuesta admitir que tenemos un problema?
–Creo que estamos en un momento en el que la sociedad es muy hedonista. Entonces, solo el éxito y el placer son vías aceptadas. En determinadas personas, eso genera una mayor frustración. Estamos menos entrenados en afrontar las frustraciones. Es algo que vemos mucho en los jóvenes, actualmente.
¿La salud mental sigue siendo un tema que se lleva de puertas para dentro?
–Yo creo que se lleva de puertas para dentro porque sigue existiendo una estigmatización. Un problema de salud mental se sigue viendo como una debilidad. Por otro lado, tenemos una tendencia a no reconocer los síntomas de la enfermedad mental como síntomas. Ni nos lo permitimos nosotros mismos ni nos lo permite nuestro entorno.
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¿Hay que hablar del suicidio o es mejor evitarlo por el riesgo de imitación?
–Hay que hablar del suicidio porque hay que decir alto y claro que el suicidio se puede prevenir.
–¿Qué pasa con los familiares que quedan? ¿Hay una vida antes y una vida después del suicidio de un ser querido?
–Indudablemente. Es uno de los trabajos que hay que fomentar más, el trabajo con los familiares. En los familiares se genera una tremenda culpa, un sentimiento de vergüenza, de incapacidad. Te digo más… otro de los factores de riesgo de consumar un suicidio es que ya exista un caso de suicidio en la familia.
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–¿Qué datos hay sobre el suicidio en la provincia de Málaga? ¿Han aumentado en los últimos años? ¿La pandemia ha tenido un efecto pernicioso?
–Lo cierto es que los últimos datos no los sabemos. Un problema que hay con esto es que el registro de los suicidios no es muy exacto. Es algo que pasa a nivel mundial. Por ejemplo, hay muchos accidentes de tráfico que en realidad son suicidios. Con la pandemia se ha hablado mucho de que han subido los suicidios. Las publicaciones son contradictorias. Unas hablan de aumento. Otras dicen que no se ha producido ese incremento. La bibliografía no se pone de acuerdo. Sí te puedo decir que los datos evidencian que el suicidio no es un fenómeno raro. Es la causa más frecuente de muerte accidental. Y creo que lo que voy a decir ahora lo puedo decir porque soy mujer y mi postura sobre la violencia de género es clara. Pero por cada muerte por violencia de género hay 70 suicidios.
¿Qué debería hacer una persona que tiene en estos momentos pensamientos suicidas?
–Contárselo a alguien. Ese es el primer paso. Si es un joven pueden ser los padres. Puede ser un amigo. Ese alguien luego tiene que garantizar que la persona acceda a los recursos sanitarios, acompañarla. La clave, lo digo otra vez, es ganar tiempo. Lo es porque el índice de curación de la depresión es muy alto y el suicidio es un paso irreversible para resolver un problema temporal.
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