Barrer a 38 grados y sin sombra, y no morir en el intento
Escoba en mano, Elvira Gómez trabaja en la calle a pleno sol y pide que se legisle para que en verano varíen las tareas a la intemperie. Ha reunido 50.000 firmas por una nueva ley.
Para Elvira Gómez, la jornada empieza a las 13:45 horas. En invierno se sobrelleva, pero en verano coincide con el sol vertical, el que ... no hace sombra con los edificios ni con los árboles. Cada día, barre las calles con un plano, marcado con flechas, para que no quede ningún metro sin limpiar, pero el itinerario «no está pensado para que vaya por la sombra. De todos modos, a las dos de la tarde mucha sombra no hay», dice Gómez, que a principios de julio inició una campaña para que el Ministerio de Trabajo establezca un máximo de temperatura legal que brinde seguridad a las labores al aire libre y adapte los horarios sin perder salario. «La gente dice que nadie me obliga a ir por el sol, pero no tengo opción buena parte del día. Yo quiero trabajar, pero no morir trabajando». Entre el 16 de mayo y el 13 de julio han muerto 10 personas en España por golpes de calor, según el Instituto Carlos III. El más reciente, un hombre de 53 años que paseaba en Valencia. «El calor es lo peor, porque no tiene solución», dice Gómez, de 31 años. «El peligro es el estrés térmico, que te dé un golpe de calor. Porque otros problemas gordos, como un cáncer de piel, son a largo plazo».
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En unos pocos días su petición pública en la plataforma Change.org sobrepasó las 50.000 firmas, «gracias al apoyo de mis compañeros», asegura Gómez, cuya rutina comienza al recibir las órdenes y subir a un vehículo para que la trasladen a la zona que le toca. Allí sigue la ruta marcada, busca la suciedad, cambia las papeleras. Ella pertenece al grupo de la tarde (existe un turno que entra a las 6:00 h y sale a las 13:00 h) en la empresa municipal para la que trabaja, y que prefiere que no se mencione porque la situación es «general» para todos los sectores de empleo a la intemperie.
2.231 muertes
por exceso de calor ha registrado el Instituto Carlos III los primeros meses de 2025
«Realmente lo pasamos mal. Lo que quiero es que se adecúen las horas, que se haga otro tipo de faenas cuando hay mucho calor, como atender las reclamaciones o cambiar las papeleras rotas. Nadie que tenga que hacer esfuerzo físico al trabajar quiere hacerlo bajo el sol. Yo tengo un capazo y una escoba y vuelvo a ardiendo».
Alerta extrema
En un país que tiene más de 13.500 muertes atribuibles al «exceso de temperatura» desde 2023, año en el que el Instituto Carlos III comenzó a monitorear esta causa, y 1.180 muertes en lo que va de verano (frente a las 114 del mismo periodo del año anterior), tanto ella como sus compañeros han sufrido los síntomas de un golpe de calor, como mareos o náuseas. «Hemos llamado a la ambulancia y no llegan a más. Yo voy con cuidado pero alguna vez he vomitado», recuerda.
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La semana pasada Podemos anunció una iniciativa de ley para prohibir el trabajo al aire libre cuando la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) declare la alerta naranja o roja. «La cuestión es que haya un límite claro, no basado en los avisos naranja (39ºC) o rojo (42ºC). Me parece un poquito extremo. O sea, ¿a los 39 grados no puedo barrer pero a los 38 sí? Porque la sensación térmica es mayor y es una locura», asegura Gómez.
La faena se hace «en manga corta» pero con guantes y pantalones siempre largos por seguridad, «y una gorra, que es la única diferencia con respecto al invierno, junto al grosor del traje, que no es 100% algodón, sino 55% poliéster». Aparte de una botella de un litro de agua que recibe a la salida, la hidratación corre por su cuenta. «No bebo de las fuentes porque no quiero acabar con diarrea. No me queda más remedio que comprar más agua», dice Gómez, que trabaja en Tarrassa y pide tener algo similar a los que hacen trabajo sedentario (máximo 27ºC) o trabajo ligero (25ºC) en interiores. «Nosotros llegamos a estar a 38ºC. Pedimos que nos cambien a todos a la mañana o adecuar las tareas debería ser obligatorio por ley».
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Un punto importante en su reivindicación es que esas medidas no repercutan en el salario que percibe su colectivo y otros empleos al aire libre, como la construcción y la hostelería. «¿Qué tiene de malo que en vez de empezar a las dos lo hagamos a las cinco? Pero si los políticos no lo entienden, al menos que obliguen a las empresas a que pidan tareas que no requieran estar bajo el sol», reclama Gómez.
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