Así afectan las noches calurosas a la salud: un estudio confirma un mayor riesgo de mortalidad
Un equipo de investigadores de diferentes países, entre ellos España, asegura que el calor nocturno tiene un efecto independiente de las altas temperaturas diurnas, por lo que requiere medidas específicas de prevención
Málaga ha vivido este año el mes de junio más caluroso desde 1961 y lo peor fueron las noches; todas fueron tropicales, es decir, por ... encima de los 20 grados. En julio y agosto, se han registrado varias olas de calor y, en todas ellas, la población ha tenido que soportar varias noches tórridas o ecuatoriales, con termómetros que han superado los 25 grados. Este aumento de las temperaturas tanto diurnas como nocturnas no solo se ha dado en Málaga sino en muchos otros puntos de España.
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Es una evidencia que «las noches tropicales han aumentado sustancialmente en los últimos años por efecto del cambio climático», subraya el investigador del IDAEA-CSIC Aurelio Tobías, uno de los autores de un estudio internacional que ha analizado la correlación de las noches calurosas con los índices de mortalidad. Tobías añade que esta tendencia se ha constatado este verano «de forma inédita» y asegura que «la situación se intensifica, aumentando el riesgo para las personas más vulnerables».
Este estudio, publicado en 'Environmental International', ha confirmado que las noches calurosas se relacionan con un aumento de la mortalidad de hasta el tres por ciento y que el calor nocturno tiene un efecto independiente de las altas temperaturas diurnas, por lo que requiere medidas específicas de prevención.
Así lo ha revelado un equipo de investigación formado por más de 40 instituciones de diferentes países, entre los que se encuentra España, representada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) a través de la Misión Biológica de Galicia (MBG), el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA, Cataluña) y la Estación Biológica de Doñana (EBD, Andalucía); y la Universitat de València.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores han analizado más de 14 millones de muertes en 178 ciudades de 44 países en el periodo comprendido entre 1990 y 2018, utilizando dos índices térmicos: exceso de noche calurosa y duración de esta, así como modelos estadísticos avanzados. Un total de 42 capitales de provincia españolas han estado representadas.
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Los resultados han puesto de manifiesto que las noches calurosas contribuyen al riesgo de mortalidad relacionada con las altas temperaturas en todos los climas y regiones, excepto en el norte de Europa, donde la asociación ha sido solo sugerente.
Esto se debe principalmente a que «el calor nocturno impide la recuperación fisiológica del cuerpo tras el estrés térmico diurno, afecta la calidad del sueño y puede agravar enfermedades cardiovasculares, respiratorias y neurológicas». El riesgo es aún mayor para las personas mayores, enfermos crónicos y aquellos que viven en ciudades con escasa ventilación o acceso limitado a aire acondicionado.
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Además, el investigador Dominic Royé, del Ramón y Cajal en la MBG, primer autor del estudio, apunta a que, «en ciudades con efecto isla de calor urbano, la exposición nocturna puede ser aún más intensa», e incide en la especial vulnerabilidad de ciudades como Madrid, Valencia, Barcelona y Sevilla, que presentan una alta frecuencia de noches tropicales y ecuatoriales.
Cómo actuar
Tras confirmar la relación entre las noches calurosas y el riesgo de mortalidad, el equipo de investigación aboga por incluir el calor nocturno en los sistemas de alerta temprana. También apuesta por desarrollar refugios climáticos urbanos y aumentar las zonas verdes, garantizar condiciones térmicas adecuadas en viviendas, hospitales y residencias y diseñar planes de prevención que consideren el calor nocturno como un riesgo específico.
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No obstante, los investigadores puntualizan que son necesarios más estudios que analicen la relación entre los efectos del calor diurno y nocturno en ciudades de otros climas y examinen a los subgrupos vulnerables. Además de ahondar en la relación entre el exceso de calor y su duración, por ejemplo, si son más perjudiciales los periodos cortos de temperaturas muy altas o que estas se prolonguen en el tiempo.
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