Semana Santa de 1920, la última antes del nacimiento de la Agrupación de Cofradías
TRIBUNA DE LA HISTORIA ·
Se celebró entre el 28 de marzo y el 4 de abril, y solo desfilaron por las calles del Centro 10 cofradías con un total de 18 tronos. Un año antes, Molina Martel propuso instalar una tribuna en la plaza de la Constitución y el Ayuntamiento lo aprobó
FERNANDO ALONSO
Miércoles, 8 de abril 2020, 00:39
Semana Santa de 1920, la última antes del nacimiento de la Agrupación de Cofradías
Este año de 2020 nos volvemos a quedar sin Semana Santa por culpa del coronavirus. Y digo nos volvemos porque fueron muchos los malagueños que el año pasado, tras un Miércoles y un Jueves Santo deslucidos por la lluvia y un nuevo recorrido oficial que no gustó ni convenció a casi nadie, sintieron al llegar el Domingo de Resurrección que no había habido Semana Santa. Así que, impotentes ante los elementos, nos queda refugiarnos en la Historia y hacer un ejercicio retrospectivo para evocar una Semana Santa de hace un siglo. ¿Cómo fue la Semana Santa malagueña de 1920, celebrada unos meses antes de que se crease la Agrupación de Cofradías? ¿Qué cofradías desfilaron por nuestras calles y plazas? ¿Existía ya algún tipo de recorrido oficial? ¿Qué repercusión tuvo entre los malagueños y visitantes? A responder estas y otras cuestiones pretendemos dedicar el presente artículo.
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Una gran crisis azotaba la Málaga de hace un siglo, debido a la ruina de los viñedos y al hundimiento de los mercados como consecuencia de la Primera Guerra Mundial. En 1918 una epidemia de gripe había dejado 1.500 muertos en nuestra ciudad, según los cálculos recientes del profesor Elías de Mateo, y el hambre causaba estragos entre la población. Incluso se llegó a afirmar que la epidemia de gripe no era de gripe, sino de hambre... En casi la mitad de sus casas los malagueños no disponían aún de agua corriente y la mayoría de las calles no contaban con un sistema de alcantarillado moderno. La conflictividad social se materializó en un gran número de huelgas que afectaron a toda España, algunas de las cuales incidieron directamente en la Semana Santa de 1920 al no poder entregar las fábricas los pedidos que las cofradías habían encargado para sus desfiles procesionales.
Hasta 1915 no se había contemplado la posibilidad de promocionar la Semana Santa malagueña como un medio para atraer turistas y visitantes. Málaga se vendía como una ciudad de invierno por lo benigno de su clima, y fiestas como la del carnaval o las de la aviación fueron utilizadas como reclamo para seducir a nuevos viajeros. Joaquín María Díaz Serrano, cronista de la ciudad y de la futura Agrupación de Cofradías, afirmaba en 1916 que la Semana Santa de Málaga podía ofrecer «una nueva atracción para los aristócratas invernantes que prolongan su estancia en esta tierra de clima incomparable, atraídos por los encantos de su hermosa primavera».
Arriba, Virgen de la Soledad en 1920. Abajo, a la izquierda, Virgen de la Esperanza. A la derecha, Cristo de Azotes y Columna.
En 1919 se habían iniciado los vuelos regulares en el Aeropuerto de Málaga. Unos años antes, en 1915, se habían celebrado con gran éxito de público unas Fiestas de la Aviación en las playas de la Misericordia. Para ello se habilitaron 65 palcos de ocho asientos cada uno y se vendieron todos. En 1919 el señor Molina Martel quiso copiar el modelo e instalar una tribuna en la plaza de la Constitución para la Semana Santa, petición que no fue aprobada por el Ayuntamiento. Estas iniciativas demuestran que había una inquietud cofrade y que muchos creían ya en las posibilidades que ofrecía nuestra Semana Santa.
Los comerciantes vieron en la Semana Santa un filón aún por explotar. Muchos de ellos se implicaron directa o indirectamente en el resurgir de las procesiones en una ciudad que contaba ya con 150.000 habitantes. Así, por ejemplo, sabemos que las primeras sillas para presenciar el desfile de las cofradías se vendían en la década de los años veinte en la Papelería Catalana, situada en la plaza de la Constitución y antecedente de la Librería Cervantes, que muchos conocimos.
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Sin embargo, no podemos negar que en Málaga existían grupos de personas que cuestionaban la celebración de las procesiones. Así, José Jiménez Guerrero, en su amena y meritoria Breve Historia de la Semana Santa de Málaga, recientemente reeditada, hace referencia a hechos como el incidente que en 1904 sufrió el Santo Cristo de las Cabrillas, que fue apedreado en mitad de la calle y ya no pudo procesionarse más. O al robo de la imagen del Santo Sepulcro en 1916, aún no bien aclarado. A ello podemos añadir el poco interés demostrado por los poderes públicos para potenciar la Semana Santa malagueña.
Así estaban las cosas cuando se celebró en Málaga la Semana Santa de 1920, entre el 28 de marzo y el 4 de abril, la última antes de que naciera la Agrupación de Cofradías. Ese año solo desfilaron por las calles del centro de nuestra ciudad 10 cofradías con un total de 18 tronos. El Domingo de Ramos solo salió la Pollinica. Lo hizo desde el convento del Cister a las tres y media de la tarde. El trono del Cristo, el único que se procesionó, era tan pequeño que podía pasar por la calles Santa María, Compañía y Santos, algo hoy impensable.
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Tras un Lunes Santo sin procesiones, el Martes Santo salieron a las ocho de la tarde de la iglesia de San Juan el Cristo de Azotes y Columna, el de la Exaltación y la Virgen del Mayor Dolor. El primer trono iba iluminado con luces de gas acetileno. La prensa local todavía consideraba que eran tres procesiones independientes, aunque siguieran el mismo itinerario y estas hermandades se hubiesen fusionado siete años antes.
Cristo de la Buena Muerte.
El Miércoles Santo desfilaron por las calles malagueñas tres cofradías. En primer lugar lo hizo desde la iglesia de Santiago Jesús el Rico, acompañado este año, según la prensa local, «de la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, que hacía muchos años que no lo verificaba. Para ello se ha construido un espléndido trono en casa de los señores de Prini, que es verdaderamente suntuoso y de un gusto irreprochable». Tras formarse la procesión en la plaza de la Merced, recorrió las calles Álamos, Ollerías, plaza de Salamanca y pasillo de la Cárcel (hoy avenida de la Rosaleda), para liberar el preso, según centenaria tradición.
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A las siete de la tarde, desde la iglesia de San Juan, comenzó su recorrido Nuestro Padre Jesús de la Puente acompañado por Nuestra Señora de los Dolores, que se procesionaba «sobre unas magníficas andas» y estrenaba un precioso manto bordado por las madres adoratrices «con detalles preciosísimos, tales como la colocación de dos palomas, bordadas en plata, que no parece sino que milagrosamente han venido a posarse sobre los hombros de Nuestra Señora». Tras los tronos desfilaron las bandas de cornetas y tambores de los Exploradores Malagueños y del Regimiento de Borbón. La cofradía, tras pasar por la calle Larios y por la plaza de la Constitución, subió completa la calle Granada y dio la vuelta a la plaza de la Merced.
De la desaparecida iglesia de la Merced, en esta misma plaza, salió a las siete y media de la tarde Nuestro Padre Jesús de la Sangre. Al frente de la procesión iba la banda de cornetas y tambores del Real Cuerpo de Bomberos, la más antigua de Málaga. La cofradía pensaba recorrer algunas calles del barrio de la Victoria, pero a última hora tuvo que modificar su itinerario porque en la calle Lagunillas había muchos cables eléctricos que obstaculizaban el paso del trono. De todas maneras, a la vuelta de su recorrido el Cristo de la Sangre sí pasó por las calles Victoria, Huerto del Conde, Ramos Marín y Madre de Dios, entre otras.
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El Jueves Santo de 1920 recorrieron las calles malagueñas otras tres hermandades. El Cristo de Mena y la Virgen de la Soledad salieron de la iglesia de Santo Domingo a las siete de la tarde. La cofradía, que había sido fundada en 1915, llevaba la banda de cornetas y tambores del Regimiento de Borbón. A la cabeza de la procesión desfiló un heraldo a caballo, acompañado de cuatro hombres que portaban armaduras «de los tiempos de los Reyes Católicos». El mayordomo del trono de la Virgen era Antonio Baena, futuro presidente de la Agrupación de Cofradías y que todavía no se había convertido en el hermano mayor de la Sangre. La procesión siguió un itinerario larguísimo, dando incluso una vuelta a la plaza de la Constitución. Sus nazarenos calzaban sandalias.
El Nazareno del Paso y la Virgen de la Esperanza salieron de la misma parroquia una hora más tarde, a las ocho. La cofradía lucía «importantes reformas para el mejor lujo y esplendor de la procesión, orgullo de Málaga y admiración de los visitantes». Sin embargo, no se pudieron terminar las túnicas de los nazarenos de la Virgen, por las huelgas de Barcelona.
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Cerraron las procesiones del Jueves Santo Nuestro Padre Jesús de la Misericordia y Nuestra Señora de los Dolores que, según el diario de la época El Regional, solo llevaba dos años desfilando. Efectuaron su salida penitencial de la iglesia del Carmen a las ocho de la noche. La cofradía tampoco pudo lucir reformas de gran importancia por las recientes huelgas. Los nazarenos vestían túnicas negras de terciopelo. Las crónicas periodísticas ya auguraban a esta joven cofradía un espléndido futuro por el orden y entusiasmo que mostraban.
El Viernes Santo se cerró con el desfile del Sepulcro y de Servitas. La primera inició su recorrido a las ocho de la iglesia de la Victoria. Abriendo la procesión iban soldados romanos a pie, con clarines. La Corporación Municipal, el Cabildo de la Catedral y otras autoridades acompañaron al Cristo y a la Virgen de la Soledad.
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Finalmente, a las diez de la noche salió de San Felipe la Virgen de los Servitas. Tal como hoy, «la corona de Nuestra Señora llevaba una bombilla eléctrica y un reflector que enfocaba la cara de la Virgen». El trono fue portado por doce personas. Conocemos sus nombres. Helos aquí: Sebastián García Souviron, Félix López de Uralde, Ricardo Huelín, Joaquín Raggio, Ignacio Aizpurúa, Fernando Laffore, Fermín Alarcón, José María Souviron, José María Revello, Adolfo Torres, Manuel Merelo y Enrique Jiménez de la Mocorra.
En definitiva, según señalamos más arriba, fueron diez las cofradías que procesionaron en la Semana Santa de 1920. Echamos de menos hermandades como la Soledad de San Pablo, la Humillación o la Expiración, fundadas en 1918, 1919 y 1920 respectivamente. Las crónicas periodísticas de la época hablan del numeroso público congregado en las calles para ver pasar a las cofradías, así como abundan los elogios al orden, concierto y brillantez en los desfiles.
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Aunque no existía aún un recorrido oficial, todas las cofradías subieron la calle Larios (que así lo marca la tradición), pasaron por la plaza de la Constitución (incluso algunas le dieron la vuelta a la plaza), y la mayoría llegaron hasta la plaza de la Merced atravesando la calle Granada. Los tronos no habían alcanzado las dimensiones de los actuales, lo que explica los larguísimos recorridos de algunas procesiones. Apreciamos también que ya casi ha desaparecido el antiguo capirote «de habichuela», que ha sido sustituido por otro con la forma cónica actual. Y muchas cofradías empiezan ya a desfilar con túnicas de diferentes colores para diferenciarse.
En definitiva, como afirmaba el que sería el primer cronista de la futura Agrupación de Cofradías, Joaquín María Díaz Serrano, «de espléndidas y suntuosas pueden calificarse las procesiones que recorrieron nuestras calles en la Semana Santa del año anterior, procesiones dignas de figurar al lado de las que han hecho famosa a la ciudad de la Giralda».
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