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Kennedy, a su llegada a Dallas. / Reuters
Estados unidos

El mito de Camelot, un filón inagotable

Películas, libros y especiales de televisión copan el mercado para rememorar el magnicidio más famoso del siglo XX

ÓSCAR BELLOT

Domingo, 13 de octubre 2013, 11:29

Hubo un tiempo en el que la esperanza de un mundo mejor anidaba en el corazón de los estadounidenses. Cuenta la leyenda que la Casa ... Blanca resplandecía con la visita de ilustres personajes del mundo de la cultura, desde el poeta Robert Frost hasta el músico Pau Casals pasando por la novelista Pearl S. Buck, que amenizaban con su talento las veladas en la mansión presidencial. El miedo a un conflicto nuclear seguía latente en los corazones de unos ciudadanos vapuleados durante años por el discurso del maccarthismo, mas el dedo parecía alejarse del botón que desencadenaría la más monstruosa de todas las guerras una vez comprobado que ni los líderes de uno de los dos bandos eran tan belicosos como parecían ni los del otro tan locos como habían sido dibujados. Las tensiones raciales, lejos de cesar, veían avivado su fuego, pero quienes clamaban libertad sabían que en el Despacho Oval habitaba un hombre que contemplaba su causa con simpatía. Un grupo de avezados y gallardos políticos integraban el gabinete presidencial, dispuestos, cual caballeros de la Tabla Redonda, a consagrar sus mejores años al bien de la humanidad. Y al frente de estas huestes siempre en busca del Santo Grial, un Adonis de la política adornado de cuantas alhajas cabe atribuir a un ser humano. Ocho siglos después de que Chrétien de Troyes revelase por primera vez su existencia al mundo en un poema, Camelot abandonaba los bosques de Bretaña y resucitaba a orillas del Potomac.

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