En los túneles o sobre ellos hay un trepidante paseo junto a la siempreviva malagueña. J. A.
Nol te olvides la toalla

Los túneles del Cantal, el paseo que abrió la 'Cochinita' y es refugio de la siempreviva malagueña

Hoy se puede decir que es uno de los reclamos turísticos del municipio. Llegado el verano, habría que hacer el ejercicio estadístico de saber cuántas personas pasan por allí y en qué modalidad

Jueves, 8 de agosto 2024, 00:09

Hubo una época en la que se podía ir en ferrocarril desde Málaga hasta Vélez, y después desde allí hasta Ventas de Zafarraya, el primer ... pueblo de Granada si se va desde la Alta Axarquía. Hasta ahí llegó el trayecto de la 'Cochinita', como cariñosamente se conoció a este tren en Málaga hasta la pasada década de los años sesenta.

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Aunque hace más de medio siglo que dejó de funcionar, todavía se conservan muchas de sus huellas. Hay estaciones y apeaderos que hoy lo mismo sirven para una oficina de turismo que para una biblioteca o para comprar los billetes de autobuses interurbanos.

Están incrustadas en el desarrollo urbanístico de Rincón de la Victoria y Vélez-Málaga, como un elemento más, que, en ocasiones, pasan desapercibidas.

No le pasa lo mismo a los túneles del Cantal, ese paseo abrupto entre grandes rocas que une a los dos pequeños santuarios de la Virgen del Carmen. Al este, el de Rincón y al oeste, el de la Cala de Moral.

Allí hay tres túneles, muchas escaleras y miradores románticos. Desde que la 'Cochinita' dejara de circular, al ritmo de aquella época, este enclave ha pasado muchas etapas distintas, desde el abandono hasta el botellódromo de invierno en el que se convirtió sin permiso de las autoridades locales.

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Hoy se puede decir que es uno de los reclamos turísticos del municipio. Llegado el verano, habría que hacer el ejercicio estadístico de saber cuántas personas pasan por allí y en qué modalidad. Caminando tranquilamente para disfrutar de la tarde, corriendo en algunos casos más rápido que el antiguo tren o sobre ruedas. Desde los que pedalean a los que no se bajan del patinete ni en vacaciones.

Hay sitio para todos, porque los carriles son anchos, aunque como en otros lugares hay alguna mirada de reprobación. Hacia el niño que hace frenar bruscamente porque se han metido en su carril, que bien delimitado que está, o al ciclista que circula a una velocidad que enerva a más de un peatón.

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Hoy el complejo rocoso que en su día fue taladrado entre los barrios pesqueros de Rincón y La Cala se ha convertido en una franja muy concurrida para públicos bien distintos, que no tienen más remedio que entenderse en estos días estivales.

Hay familias enteras que buscan allí algo de actividad física mientras que se hacen una sesión fotográfica. En los túneles, en los miradores, en las escaleras o con el telón de fondo de los acantilados. Las opciones son múltiples para quienes durante unas horas abandonan el arenal para romper su monotonía. Quedan muchos días de playa aún en este verano.

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El camino más corto es el que va directo por los tres túneles. El mismo que hacía la 'Cochinita'. Es el que usan los que van sobre ruedas o los que no contemplan subir escaleras porque ya se conocen el paisaje de acantilados. También están los que miran el reloj y recuerdan que tienen una reserva al otro lado para saborear la cocina marenga o incluso alguna más exótica o vanguardista. Para eso, en Rincón tienen restaurantes que ofrecen sabores chinos, hindúes o mexicanos. También hay sitio para el 'foie' o el falso tartar de salchichón de Málaga.

Los que prefieren entretenerse en ver los acantilados tienen en esta zona del Cantal Bajo un bonito laberinto, donde lo difícil será perderse, porque a ciertas horas, cuando el sol no castiga, está muy concurrido.

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«Ahí no, que tengo contraluz», se escucha decir. Algunos miradores y rincones de esta zona peatonal y escalonada tiene hasta cola para hacerse fotos.

El hecho de estar algo más elevado que el Mediterráneo es ya un valor añadido para este pasaje marino. Si a ello se le añade la presencia de mucha roca y las vallas de madera, lo convierten en una fotografía perfecta para presumir de paseo vespertino.

Muchos ignoran que están pasando junto a una especie que está más protegida hoy que el lince ibérico, que ya se cuentan por miles y parece que aleja al fantasma de la extinción.

En ésas anda precisamente la siempreviva malagueña ('limonium malacitanum'), una planta autóctona que necesita las piedras abruptas de los acantilados con bonitas vistas al mar para poder subsistir. Allí lo hace ante el desconocimiento de muchos paseantes. En verano, no tienen ni flores y su belleza es relativa.

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Estas plantas invisibles para muchos son algo antojadizas, ya que necesitan de la salpicadura de las olas para poder sobrevivir, así que los más curiosos, que se saben todos estos datos o simplemente los han leído en algún cartel descriptivo, no dejan de mirar en la parte baja de los acantilados.

Allí descubren que hay quienes practican por allí el submarinismo o la pesca ilegal. No son los únicos que aprovechan este sitio para sus aventuras a golpe de remo, ya sea en piraguas o sobre tablas.

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