West Road Story

DECIUDAD.ES ·

A mediados de los 70 comenzaron a llegar las autopistas a las ciudades. En esos años una serpiente de asfalto, de unos seis carriles de ... ancho, se superpuso a lo largo del río Manzanares, saltando el cauce de un margen a otro, a su antojo, para atravesar Madrid más rápido. Sus dos riberas quedaron tras una tela metálica a lo largo de unos cuantos kilómetros mirándose y sin hablarse y así pasaron treinta años.

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La primera autopista de Málaga fue nombrada Ronda Oeste. Su misión era acelerar los motores de los coches que desde la meseta descendían a esta ciudad buscando la costa entre Torremolinos y Marbella. Así hasta que el 92 nos trajo la Ronda Este y un atado en lazo de las dos rondas a la altura del pantano de la Concepción, en nudo no apto para derrapes. Hoy en día la ronda oeste no ronda a nadie, más bien atraviesa nuestra ciudad como una daga y la parte en dos, quedando de un lado la ciudad que creció de calle en calle y del otro la que ha crecido saltando del plano al polígono.

Como entonces las dos riberas del Manzanares, las dos caras más vistas de Málaga hoy se miran sin hablarse. Pues, mal que nos pese a todos los paseantes de Larios, la fachada más visible de la capital es la que discurre entre el Palacio de ferias y el Martin Carpena.

Las autovías urbanas no se llevan bien con nuestras ciudades, se pensaron para dejar la ciudad atrás o cuando menos a un lado, causando heridas en los entramados de calles que rozan, afeitando barrios consolidados donde despliegan trazados en bucle para que los automóviles puedan entrar, salir y cambiar de dirección sin perder velocidad. Áreas de oportunidad fue el nombre oportuno que pusieron urbanistas, a esos márgenes y redondeles expeditos de edificación e inalcanzables para peatones que bordean las autopistas urbanas.

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Recientemente Madrid ha enterrado aquella serpiente de asfalto por debajo del mismo cauce del río y ha rebautizado la autopista como Calle30. Ahora un parque serpenteante se pelea con un carril bici por saltar de un lado a otro del río.

Dicen algunos que en plena crisis de la pandemia hay demanda de oficinas en nuestra tierra ¿Qué esperamos para librar suelo para el noble uso del trabajo, un uso que hará sin duda a nuestra ciudad más próspera?

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No hace falta irse a dibujar polígonos a Campanillas o a Cártama, basta con mirar la ciudad partida en dos mitades por la ronda Oeste. En sus márgenes además de las manzanas del Cortijo de Torres, hay un filón de suelo industrial en desuso, susceptible de reconvertir que además puede mejorar la cara más vista de nuestra ciudad.

Puede que sea la hora de reivindicar esa autopista como calle para la ciudad, como Madrid reclamó para sí, su río. Y que la ronda deje de ser travesía para devenir en arteria y estructura que articule siete barrios en uno, y que un buen nombre ponga un buen fin a este West Road Story: Avenida, Bulevar o simplemente… Calle Oeste.

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