Menos mal que no creo en los horóscopos porque, según mi signo, soy vengativa y rencorosa. Vale, economicemos y dejémoslo en una palabra: vengajosa. Pues ... no, lo que soy es vaga y perezosa, y planear una venganza requiere esfuerzo, dedicación y, sobre todo, una paciencia infinita para esperar a que se produzca el momento perfecto y, entonces, asestar el golpe de gracia. Mucho trabajo para mí. Y que ya nos decían las monjas que el mejor desprecio es no hacer aprecio. En eso sí que les hago caso.
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Hay quien utiliza las columnas de opinión para tomarse la revancha. Yo, a veces, también lo hago, pero solo para ajustar cuentas con una realidad que es más cruel cada día. Comienzo a escribir con resentimiento, pero, al llegar el punto y final, se acabó. Y a otra cosa. Porque es importante saber parar una venganza para no acabar carcomidos, secos por dentro, como aquellos que se retroalimentan de un rencor que les dura mientras conservan la memoria. Ahí está Carlo Costanzia, haciendo honor a su apellido: el ex de Mar Flores vuelve, constantemente, a recordar no sé qué afrentas para engordar su despecho y poder seguir pasando factura a la que fuera su mujer. Las otras facturas, las que les pasa a los programas de televisión, también las engorda, que las cobra bien cobradas.
Algunas venganzas no acaban nunca, aun cuando ya no quede nada sobre lo que vengarse. Hamás cometió una masacre inhumana, bárbara, que dio pie a que el gobierno de Israel convirtiera el derecho y el deber de defenderse en un apocalipsis que ya dura dos años y casi 67.000 muertos. Ahora hay un posible acuerdo sobre la mesa, pero, aunque se logre, no podrá borrar lo sucedido. Netanyahu sí que es un vengajoso. Y un genocida.
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