Urgente El terremoto con epicentro en Fuengirola es de magnitud 4,8: así se ha sentido en toda Málaga
Demasiado real

Unfollow

Sobre el misterio contemporáneo de desaparecer sin decir adiós

Violeta Niebla

Lunes, 27 de octubre 2025, 01:00

Podría decir que me genera casi más curiosidad cuando alguien me deja de seguir que cuando me sigue. En ambos casos, pienso que debería haber ... un protocolo mínimo, una suerte de etiqueta digital: Te quiero seguir porque... o Te dejo de seguir porque... Como en la vida real, donde las relaciones suelen tener al menos un gesto de presentación, un código compartido: dos besos, un «me suenas de algo», un cruce de miradas que autoriza el acercamiento. Incluso el impulso más azaroso —«te he visto muchas veces por aquí y quería saludarte»— tiene una lógica reconocible. En las redes, sin embargo, todo sucede sin mediación, en un espacio donde el vínculo se vuelve abstracto, casi metafísico.

Publicidad

Cuando alguien empieza a seguirte, una tiende a pensar que hay un interés, una afinidad, una intuición compartida. Pero cuando dejan de hacerlo, el misterio se agranda. No hay carta de despedida, ni motivo aparente: simplemente un silencio. A menudo ni siquiera lo descubres de inmediato. Un día, al no ver más las stories de esa persona, entras en su perfil y compruebas el vacío. O peor: te aparece entre las sugerencias de amistad, como si el algoritmo viniera a confirmarte la pérdida con su precisión implacable. Es un momento de pequeña revelación tragicómica: la cara del payasito.

Y sin embargo, hay algo fascinante en ese gesto silencioso, en ese 'irse a por tabaco y no volver nunca más'. Me pregunto qué lo habrá motivado: una foto, un comentario, una sensación de saturación, una sospecha de impostura. ¿Qué palabra, qué imagen, qué exceso habrá hecho decir 'ya no puedo más con esta persona'? El unfollow tiene algo de microdrama contemporáneo, una forma moderna del portazo o de la huida discreta por la puerta de atrás.

Curiosamente, suele coincidir con los momentos en que 'supuestamente' mejor te va: cuando te siguen nuevas personas, cuando tus proyectos se multiplican, cuando la visibilidad se amplifica. Digo supuestamente porque sabemos que las redes son una enorme mentira: lo que se muestra no siempre coincide con lo que se vive. Pero es justo entonces cuando la gente antigua —los conocidos, los que compartieron contigo una etapa— tiende a desaparecer. No es casual. Hay algo profundamente humano en ese movimiento: cierta incomodidad ante el brillo ajeno, un recelo disfrazado de desinterés.

Publicidad

Quizá sea un rasgo nacional. El español, decía Azorín, no soporta del todo la prosperidad de los demás; prefiere la medianía, la cercanía del fracaso compartido. Tal vez por eso me digo que no soy tan española: a mí me produce una alegría casi infantil ver que a otros les va bien. Quizá porque entiendo que todo éxito es precario, y que en el fondo seguimos siendo los mismos, con o sin seguidores.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad