La última por verdiales

VOLTAJE ·

Jueves, 29 de diciembre 2022, 07:51

Este último ritmo se canta por fandangos y se baila por verdiales. Hay una pulsión que vuelve al origen, al cante definitivo de las piedras, ... el aliento de las nubes y al deseo de ser algo que no tenga nombre. En la Fiesta Mayor de los Verdiales la verbena se viste de largo y las flores comparten su color con el mundo y con los Montes de Málaga. Alguna vez, hace tiempo, Miguel Romero Esteo escribió sobre los verdiales diciendo «la repetición conduce al éxtasis». Es lo mismo que ocurre con el techno. La relación entre el trance y el folk tiembla. Hay una raíz que provoca que este trozo de paisaje sea siempre paraíso, porque lo hace más interesante todavía.

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En esta Fiesta Mayor se inaugura un parque que brilla con el acero blanco recién puesto, fabricado con la intención de acoger lo que ahora estamos viendo. La interminable inercia se mueve con un ritmo más antiguo que el flamenco y se postra ante nosotros, espectadores y protagonistas de unas raíces que son la fiesta más pura, que se hidrata y alucina con vino dulce, un ser vivo que emerge de un fruto cuando se pisa con fuerza, rompiendo el suelo.

El Puerto de la Torre tirita de modernas. Este año se ofrece el orden. Ya no está el aparcamiento en el que ensayan las pandas. Ya no está el ambiente de polígono, que es a la ciudad lo mismo que el campo al pueblo. Se echa de menos el caos. Hay una carpa por cada una de las pandas y se dice que así se está mejor, pero el suelo sigue temblando. Encuentro en el recinto a los fijos de la fiesta, bailo con Carmen, con Francis, con Laura, con Paco, con Ana. A Luz Arcas se le pide que deje de bailar porque cuando baila levanta el polvo. No encuentro mejor halago para una bailarina.

El componente lisérgico del vino de Cómpeta se extiende con el cante y con el baile más elemental. Le cantamos al camino y a las montañas que quieren ser agua. Sugiero formar nuestra propia panda, la primera del Estraperlo, qué peligro, y me imagino a todo el mundo que viene a visitarnos derribando torres con el baile del trenzaíto, cualquier cosa que haga de este destino un lugar mejor en el que vivir, si eso es posible. Esta será la última columna que escriba en las páginas nobles de Opinión, el voltaje terminal. Seguiré en la sección de Cultura, que no es un lugar, sino un sitio ideal del que no he salido nunca yo, que a duras penas salgo.

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