A cada uno lo suyo

Trump contra Harvard

Donald Trump no es un hombre de pensamiento, es más dado a la acción, y no se preocupa de la cobertura teórica de su política ... exterior o interior: tiene la ocurrencia y se lanza a Twitter o a una rueda de prensa improvisada. Un día no descarta una acción militar para tomar a la fuerza Canadá o Groenlandia, otro se pone por montera a la Constitución de EEUU y machaca a inmigrantes o amenaza a quien ose rechistarle, y cuando está aburrido despotrica de los jueces que intentan poner coto a sus despropósitos. En fin, un histrión autoritario, machista, racista, defraudador vocacional y desde luego un enorme bocazas, que ha ganado las elecciones presidenciales y por ello entiende que tiene mando en plaza sin límites legales o territoriales (en el fondo, piensa que el resto del mundo es el patrio trasero de EEUU). Y ahora le ha dado por acosar a las universidades; eso tiene su razón de ser. La universidad, la educación, el pensamiento, la cultura, son el contrapunto de este presidente sectario, que no necesita argumentos, vive en su monólogo a modo de protocolo uniforme, y jaleado por sus múltiples pelotas.

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Para opinar de forma eficaz es conveniente un nivel aceptable de conocimientos, es decir, no entrar a saco en materias donde nuestros datos o información son insuficientes. Pero sobre todo hay que hacerlo con talento y con talante, intervenir con prudencia y partiendo de la certeza de que en cada momento tengamos sobre tal hecho o tal conocimiento, pero sin descalificar a quien piensa de forma distinta. Las buenas formas y la libertad de conciencia y de expresión pueden y deben convivir para lograr una sociedad plural y democrática, sin esconder los conflictos, pero tampoco convirtiendo cada posicionamiento personal o colectivo en un garrotazo inmisericorde a la dignidad del prójimo. Hace poco, el rector de la Universidad de Harvard (una de las universidades atacadas por defender a sus alumnos extranjeros), en un discurso, señalaba que «Aunque muchos se resistan a admitirlo, la certeza absoluta y la ignorancia deliberada son dos caras de la misma moneda, una moneda sin valor, pero con un costo incalculable». Y hace mucho, Bernardo de Chartres, filósofo del siglo XII y canciller de la Catedral de Chartres, decía que «somos como enanos a hombros de gigantes. Podemos ver más, y más lejos que ellos, no por la agudeza de nuestra vista ni por la altura de nuestro cuerpo, sino porque alcanzamos lo alto levantados por la altura gigantesca». Eso no lo entenderá jamás Trump y sus secuaces.

La causa de este desastre y el futuro que nos depara con el inquilino de la Casa Blanca merecen tiempo y mesura en el análisis; quiero creer que los muchos millones de ciudadanos que han votado a este sujeto no son de su vil condición, aunque no sobra recordar las palabras del presidente Roosevelt en 1938: «Me atrevo a decir que, si la democracia americana parase de progresar como una fuerza viva, buscando día y noche mejorar, por medios pacíficos, las condiciones de nuestros ciudadanos, la fuerza del fascismo crecería en nuestro país».

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