Sr. García .

Tres hombres malos

Cruce de vías ·

No tengo alma de detective ni miro en las redes sociales para rescatar a los conocidos del pasado. Yo prefiero mantenerlos en el recuerdo

Mi compañero de pupitre se apellidaba García Moreno, no recuerdo el nombre pero jamás olvidaré su cara. No me gustaba nada. Era el año 1960. ... Desde entonces observo los ojos de la persona que tengo delante y saco mis propias conclusiones. Cualquiera puede mentir, pero la mirada no engaña. Luego está la voz, el tono de voz. Y, por supuesto, la sonrisa. Una sonrisa falsa se nota de inmediato. García Moreno y yo estuvimos sentados uno al lado de otro durante todo el curso. Sin embargo nunca hubo entre nosotros ni pizca de complicidad. Yo hubiera querido tener tener otro compañero de asiento: Asens, por ejemplo, o García Costa. A los dos los seguí viendo hasta que murieron demasiado pronto. García Costa de SIDA, Asens de cansancio prematuro. No sé por qué me llega hoy este recuerdo de la infancia. Quizá porque anoche vi la magnífica película muda de John Ford 'Tres hombres malos' e imaginé que aquellos tres viejos camaradas éramos nosotros cuando jugábamos a policías y ladrones en las calles casi desiertas de la ciudad. Los tres siempre queríamos ser ladrones. Eran otros tiempos. García Costa vino a despedirse de mí hace más de treinta años. Yo entonces tenía un bar y una noche se presentó por sorpresa al otro lado de la barra. Pasamos el fin de semana repasando nuestras vidas; la suya estaba a punto de finalizar. No olvidaré su última sonrisa en la zona de salidas del aeropuerto, ¿cómo voy a olvidarla? Una sonrisa triste y a la vez cargada de ternura. Las sonrisas hablan, cuentan cosas, desvelan secretos.

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A García Moreno no lo he vuelto a ver desde aquel curso de 1960. Ahora me arrepiento de haber sido cruel e injusto con él, la gente cambia y sobre todo a partir de esa edad tan temprana. Me quedo con la sensación de que el tiempo se detuvo aquel año, como si las personas se instalaran en un presente eterno cuando el destino las separa. No tengo alma de detective ni miro en las redes sociales para rescatar a los conocidos del pasado que se han ido perdiendo con el transcurso del tiempo. Yo prefiero mantenerlos en el recuerdo tal y como yo los veía entonces. Ahora paso lista a la clase del curso 1960 y me sorprende comprobar que no he olvidado ni un solo nombre. No recuerdo la película que vi anoche y sin embargo soy capaz de recitar de memoria los nombres y apellidos de los cuarenta compañeros de clase de hace sesenta años. Estos detalles me producen cierto temor y extrañeza. ¿Por qué el pasado está cada día más presente? Me pregunto qué será de García Moreno. Si lo volviera a ver, le miraría a los ojos y pediría perdón por emborronar de tinta sus ejercicios escolares. Qué malo fui.

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