Un supermercado venderá comestibles sobre unas ruinas, y mientras los clientes llenan el carro de la compra, podrán contemplar piedras milenarias. Contado así parece un ... hecho irrespetuoso, sin embargo lo cierto es que en toda ciudad histórica vivimos sobre yacimientos. Y quien menos cuando duerme en una ciudad mediterránea yace sobre restos de fenicios, romanos o griegos.
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Bien dotadas de infraestructuras y aparcamientos, con edificaciones renovadas o edificios rehabilitados, no hay quien pueda con las ciudades históricas. Sus densidades son una garantía de ahorro energético, su pulso diario es caldo de cultivo para el ingenio, ya sea negocio o invento y su paisaje urbano es el alimento del pensador que diría Francisco Umbral.
Es importante entender que la vida de nuestras ciudades históricas está en función de su continua actualización a lo que demanda la vida de sus habitantes. Por eso es importante pelear contra lo que detiene su desarrollo o cuando menos las paraliza. No somos nada sin nuestra historia pero una de sus herramientas, la arqueología pesa a veces como una losa sobre las necesidades urbanas.
Muchas obras públicas quedan aparcadas en el tiempo, cuando no en el río del olvido. Pero también hay obras muy necesarias que son más frágiles en sus planteamientos, por ser privadas y no disponer del bolsillo de papá Estado. En ellas cualquier desajuste en el tiempo hace peligrar resultados y un horizonte sin plazos cerrados hace emigrar a otros caladeros el posible dinero invertido y sus consiguientes puestos de trabajo.
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Soy de una profesión, la de arquitecto, que lleva cincuenta años reinventándose, adaptándose a sucesivas formas de trabajo y producción. De la misma manera que muchas profesiones están en continuo aprendizaje de nuevas tecnologías, es hora de que todos los intervinientes en la construcción de la ciudad histórica, incluida la arqueológica, ajusten su trabajo a los tiempos de producción de la ciudad, como el resto de los agentes, fijando y cumpliendo plazos.
Es necesario que una línea de metro atraviese Alameda y parque, para poner en carga a la ciudad entera, de Oeste a Este, aunque tenga que hacerlo a la profundidad del canal de la mancha. Es necesario que no pase más tiempo sin que un edificio reponga el cuarto lienzo de la plaza de la Merced y reconfigure su vacío cuadrado de sombra. Es necesario que todos los días abra el cine Albéniz por más piedras milenarias que haya bajo la acera de Alcazabilla. Es necesario que siga la vida.
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Urgen soluciones adecuadas a nuestras meditaciones arqueológicas. La mezquita tomó la pared de la basílica y los capiteles romanos, y la Catedral hizo suyo el patio de los Naranjos. La ciudad siempre se reedificó sobre ruinas. Urge el diálogo con la historia. Urgen ideas integradoras: Cafés sobre la muralla en la Aduana, conferencias sobre Salazones en el Rectorado, discotecas bajo bóvedas, tiendas sobre tumbas, paseos de cristal sobre piedras milenarias de arenisca…
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