Teatrillos

Antonio Ortín

Málaga

Lunes, 18 de marzo 2019, 00:06

No parece que la reciente sacudida de Vox en Andalucía ni la irrupción hace ya años de Podemos en el chiringuito del bipartidismo hayan sido ... suficientes para modificar el retablo de la partitocracia, narcotizada en los usos y costumbres que siguieron al crepúsculo de las ideologías, cuando tras la pasión de la Transición llegó el gatillazo de la modernidad con una clase política instalada en la comodidad de la cosa pública. Y así, campaña tras campaña, asistimos al mismo carrusel de clichés, con mucha pólvora gastada en salvas pero poco explosivo real para abrirse paso en la infranqueable roca de la desigualdad social y económica, en la apertura de nuevos horizontes para vivir en un país, una comunidad y una ciudad mejores, con mayor poder adquisitivo y mayores opciones de prosperidad para nuestros hijos.

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Más bien al contrario, vemos a la clase dirigente perdida en un bucle de tópicos bastante inservibles para solucionar nuestros problemas. Y no hay que irse muy lejos. En Mijas, por ejemplo, prometen eliminar una tasa de basuras en un alarde de generosidad ficticia, tras el que probablemente vendrá el navajazo fiscal bajo otras siglas, escondido en otra tasa, en otro epígrafe. Y allí, o incluso en cualquiera de los otros municipios, dan ganas de salir a la calle con un casco de obrero puesto por si en un despiste metes el pie en el socavón que se han decidido a arreglar después de cuatro años.

Y mientras la hormigonera da vueltas en miles de notas de prensa sobre planes de asfaltado, poco se oye de proyectos de ciudad, o de municipio. Miren, si no, el caso de la capital. Todo el ruido se lo está llevando el 'caso Villas del Arenal', tan mal gestionado por el alcalde como por la oposición. Tenía a De la Torre por un dirigente de pulso más firme. Y verlo en ese círculo concéntrico de esperar a la «imputación formal» cuando ya tiene a dos concejales, Porras y Pomares, citados como investigados, me produce entre sonrojo y sensación de escapismo porque no tiene mucho donde elegir. Claro, que enfrente está Dani Pérez, de quien al menos yo esperaba algo más que ocurrencias. Primero, con aquel vídeo chusco anti-Vox con el que no sabemos si quería hacernos reír o llorar. Y, ahora, este episodio de la moción de censura anunciada antes de negociarla, probablemente en la búsqueda efectista de presionar a Ciudadanos y ponerlo en el escaparate como el partido «de blanqueo» de la derecha popular. Bien para el tablero, pero ¿no esperamos algo más como ciudadanos?

A mí, qué quieren que les diga, así no me van a convencer. Porque cuando quiero ir el teatro me pago una entrada para el Cervantes y veo actores de verdad; y no esta colección de cómicos sin gracia en una constante escenografía del postureo.

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