Está todo a punto para que quede inaugurado un nuevo parque canino en Ciudad Jardín, una noticia feliz para perros y dueños de mascotas, pero ... solo en apariencia. La ilusión de la alegría se diluye en el espanto: un usuario de Twitter se ha convertido en reportero de zonas en conflicto y ha enseñado al personal unas fotos deprimentes de este desastre de infraestructura. Los animales domésticos piensan a veces en el lugar al que van a morir los sueños, y se parece demasiado a este parque canino que tiene de parque lo que un campo de concentración tiene de campo.
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No hace falta ser un perro ni tenerlo para darse cuenta que es muy difícil ser feliz en esta demoníaca parcela en la que, a no ser que baje Dios a obrar allí un milagro para compensar lo del diluvio universal, no habrá sombra, a excepción de cinco arbolitos aún recientes. No hay una fuente de agua para nadie. Hay dos bancos, para que los dueños de los perros puedan poner las piernas en alto o tumbarse si les da una insolación. Las alcantarillas tienen ranuras de un tamaño suficiente como para que se atasque un pastor alemán. Grandes son también los huecos de las vallas, para que se nos escapen los yorkshire cuando descubran entre ladridos que su dueño les prometió un parque canino y los han llevado a este sofocante pipicán. El suelo es un charco de pavimento en el que, sin siquiera haber soportado todavía el paso alegre de las pezuñas, ya está deshecho. Málaga sufre la enfermedad del bache en la obra pública, la catarsis de lo mal hecho, el paradigma de lo cutre en calles recién puestas sobre otras calles antiguas que jamás se rompieron, solucionando un problema que no existe, y al mismo tiempo provocando otro mayor. En estos casos, la broma casi siempre está al final, en el presupuesto: 160.000 euros ha costado la cosa, con un plazo de ejecución de ocho meses (en el que seguramente habrán cortado algún árbol), todo dedicado al levantamiento de un descampado en un sitio en el que antes había un solar. Por lo menos en este caso, no hay constancia de que esté encima de una fosa común.
Sin dármelas de nada, diré que desde la cercanía del ciudadano no parece tan difícil crear un pequeño trozo de tierra en el que los animales puedan ser felices y conocerse. Si en Málaga no lo saben hacer, siempre existe la opción de copiar. Me dicen que hay buenos en algunos pueblos de la provincia, como Alhaurín, Fuengirola o Cártama Estación, mientras que aquí casi todos los que hay son auténticos secarrales, embajadas caninas del Sáhara donde, si el perro es feliz, es porque estos animales suelen conformarse con casi cualquier cosa.
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