¡Seño, riéganos!

Sin ir más lejos ·

Las protestas de las familias van camino de ponerle cara al nuevo Spiriman del estrés escolar por calor

Domingo, 30 de septiembre 2018

Más de un colegio habrá estos primeros días del curso en el que el profesor explique bañado en sudor que una cosa es el cambio ... climático que nos golpea ya a todos sin piedad y otra que la Junta repita curso de negacionismo. Sus deberes pendientes del verano hablan por sí solos en los colegios. Educación ha hecho muy poco por evitar esa verdad incómoda que impide enseñar y aprender a 35 grados cuando el verano no quiere irse del todo. En los colegios andaluces, los únicos edificios públicos sin climatización, hay alumnos que fantasean con ser regados en el recreo. Los niños no mienten y ya se comportan con la espontaneidad de las criaturillas inteligentes de un zoo hostil. Hasta una profesora de instituto de Écija tuvo que ser evacuada la semana pasada en ambulancia a causa de un golpe de calor. No consta que estuviera en un aula prefabricada, de esas que directamente fríen el cerebro y cuyo eufemismo administrativo -la caracola- no incluye brisa marina ni engaña a nadie. El panorama de estos días ha echado por tierra esa maldad indocumentada de que los maestros se pegan la buena vida, «y no como los obreros trabajando a 40 grados». En algunas colegios ya deben estar pensando en que se les aplique el convenio de la construcción si no llegan las soluciones.

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La plataforma Escuelas de calor calienta el panorama reivindicativo en la escuela y algo que nació como una movilización bética de amor paterno filial en el junio sahariano de 2017 es ya un mecanismo de indignación generalizado. El calor del año pasado activó ocurrencias -en la Comunidad de Madrid hasta la consejera del momento habló del recurso al abanico- y en Andalucía cogimos el camino de la climatización sostenible. Descartado el aire acondicionado -un espejismo presupuestario y técnico- hasta ventilar por la noches o cambiar las persianas son novedosos síntomas de sentido común, pero también de la precariedad reinante. Por algo se empieza, aunque haya padres desesperados que pasan la gorra y compran ventiladores. La Junta nos da la brasa cada verano sobre cómo debemos prevenir y protegernos de los golpes de calor, pero en las escuelas deja que las cosas las deja a voluntad del calendario. Las protestas de las familias van camino de ponerle cara al nuevo Spiriman del estrés escolar por calor que en el invierno amenaza con su cruz de tiritera colectiva e indigencia térmica. Aunque me temo que las nuevas promesas volverán a ser hojas de otoño, ya hay resultados a la vista: niños y niñas a los que sus mayores indignados les apuntan a primer curso de espíritu crítico aunque sea por la ausencia de un modesto ventilador en el techo. El otoño altera el calendario escolar, pero el voto del cabreo de los padres puede calentar la precampaña, o tal vez helarla con la imagen de los alumnos vestidos en el aula como si estuvieran en Borreguiles.

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