ILUSTRACIÓN: FELIP ARIZA

COMO SALMONES CONTRACORRIENTE

EL FOCO ·

En ese centro imparte Filosofía Rafael Guardiola Iranzo. No por mucho tiempo, cierto es: se va a jubilar justo cuando también lo hacen los planes del Gobierno con la asignatura

Domingo, 3 de abril 2022, 11:29

En una tarde noche de invierno, viernes, desapacible, queda una luz en el IES Jacaranda, en Churriana. Conforme te acercas, de allí, de la sala ... de la derecha iluminada, sale un delicioso olor a pan recién hecho. Iba a por una mermelada de naranja amarga galardonada en Cumbria, quintaesencia británica con su campeonato de ese tipo de confituras, y me encuentro en un aula donde unas cuantas chicas hacen brazos extendiendo la fórmula de harina y agua que tanto ha hecho por la Humanidad y que, ahora, se está disparando el precio por una guerra, algo tan antiguo como el pan. Juan Carlos Martínez de la Ossa está a su cargo, entusiasmado desde hace tiempo por los modos y maneras del pan, de la masa madre, catador de harinas de cercanía, del valle del Guadalhorce, almacenada en sacos. Hace unos días, volvió de Madrid, de ser uno de los coordinadores en la categoría de panadería de SpainSkills, esas olimpiadas de Formación Profesional que deberían dar para muchos reportajes en telediarios pero que no logran suscitar el interés de la agenda mediática. Andalucía ha vuelto con un medallero muy digno. A los galardonados les tocará ir a las WorldSkills a batirse con los mejores alumnos de FP del mundo, en una competición que nació, curioso, en la posguerra española, en un certamen en Las Ventas.

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En ese mismo instituto, tan feo por fuera como casi todos (¿por qué estos edificios que deben animar al estudio y proporcionar sosiego muchas veces parecen cárceles de segunda?), imparte Filosofía Rafael Guardiola Iranzo. No por mucho tiempo, cierto es: se va a jubilar justo cuando también lo hacen los planes del Gobierno con la asignatura. Mientras Juan Carlos ha estado ocupado con SpainSkills, él, como responsable de la Asociación Andaluza de Filosofía, se ha dedicado a la olimpiada de esta materia. En estos días en los que nos enteramos de que el Gobierno considera superflua y prescindible la Filosofía, no vaya a ser que nos preguntemos quiénes somos y qué hacemos en el mundo, o qué tal andan de ética quien se acostumbra a la mentira, ha habido decenas de chavales andaluces dedicando horas extraescolares a reflexionar sobre las consecuencias del transhumanismo, en disertaciones, vídeos y fotografías. Sí, esos chicos existen y, en otros países, esos méritos les facilitarían la entrada en universidades de prestigio, pero aquí nada se puede añadir a la nota de Selectividad porque está mal visto lo de resaltar a unos por encima de otros, algo a lo que estamos perfectamente acostumbrados en el deporte.

Es más, hay universidades españolas que están quitando la exención de tasas de matrículas para los medallistas de las olimpiadas de ciencia mientras las mejores del mundo siempre tienen en el punto de mira a los ganadores de estas competiciones para hacerles ofertas de admisión. Tienen ojeadores, como si fueran cazatalentos de baloncesto o fútbol. Hay otros sitios en los que no temen conocer, saber, admirar a la élite académica. También en España. Pocos saben que la Universidad de Barcelona realiza una prueba distinta a la Selectividad en primavera para entrar en el Centro de Formación Interdisciplinaria Superior (CFIS), de la que es imposible encontrar copias de ediciones pasadas en internet. Muchos de los que la realizan, han pasado antes por el estrés de enfrentarse a retos olímpicos científicos.Después de este programa en Barcelona, Linkedin cuenta que hay ex alumnos en el MIT, en Amazon, en Google, en MacKinsey. En Málaga, el doble grado de Matemáticas e Informática recogió el año pasado las mejores calificaciones de los alumnos en Selectividad, por encima de Medicina. A esos chavales seguro que no les da miedo el futuro porque, en parte, lo diseñarán ellos, azar mediante.

No estaría mal, eso sí, que estos profesores que no dudan en complicarse la vida obtuvieran algún reconocimiento, más allá de su propia conciencia

Este fin de semana están compitiendo en Palos de la Frontera los seleccionados para la final nacional de la Olimpiada de Matemática. A los de Málaga los pasó a recoger el jueves un autobús que venía de Murcia. Este año, al menos han conseguido el apoyo para algunos gastos de la Consejería de Economía de la Junta, que han sabido ver qué clase de futuro forjan esos chicos tan resolutivos con problemas de números. Desde aquí salió Cristina Draper, profesora de robótica en la Escuela de Industriales, el entusiasmo hecha docente. Durante muchos sábados, ha estado preparando a posibles olímpicos de matemáticas, pero también con el mero propósito de saciar la curiosidad por otros problemas de una pandilla de chicos que han estado encantados de pasar de esa manera una mañana de fin de semana. En la final andaluza, celebrada en La Noria, se desvivía lo mismo por la parte más seria del examen que por conseguir ayuda de alguna empresa para darle de comer a los niños aunque solo fuera pollos asados en el jardín. Hay profesoras así.

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O como María del Mar Fernández, en la Universidad Laboral, capaz de reunir en una mañana en ese sitio maravilloso (hay pocos institutos con esa construcción y esos jardines, pero existen) a empresarios que escuchen las propuestas de negocio de los alumnos de FP y de Bachillerato. Una chica venezolana propone hacer harina con los huesos del aguacate usado en la elaboración del guacamole. Sería, nos explica, apta para los piensos de los animales que, un mes después de aquella mañana, se han convertido en un problema por la guerra de Ucrania. No serviría para los maravillosos panes en los que anda metido Juan Carlos con sus alumnos en Churriana pero sí para los cerdos que nos proporcionan salchichones que tan bien maridan en bocata.

La masa madre de la educación, la levadura, el trabajo callado de extender al máximo la harina y el agua, está en todos estos profesores sin miedo, que saben que se puede tener expectativas altas con los alumnos. Allá lo que piensen los que gobiernan, que sólo están en la espuma de los días. No estaría mal, eso sí, que estos profesores que no dudan en complicarse la vida obtuvieran algún reconocimiento, más allá de su propia conciencia. Los alumnos lo tienen: la satisfacción del inconformismo con la mediocridad, ese que no va en ninguna pancarta o huelga.

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