El sitio de mi recreo

Romance del tieso español

El tieso tiene una tristeza, un fracaso, una cadencia y una decadencia de español exhausto

Domingo, 7 de septiembre 2025, 02:00

En un lugar de España, de cuyo nombre no quiero acordarme, tiempo ha, vive un tieso de los de nómina enjuta, coche viejo, nevera vacía ... y fútbol pirateado. Una olla con más caldo que pringá, el eterno cubilete de arroz para el microondas las más noches, duelos y facturas los sábados, lentejas sin chorizo los viernes, y alguna caña en el bar de la esquina algunos domingos, consumen las tres partes de su hacienda. El resto se le va todo en impuestos y su alquiler imposible. Este verano gastó sus días de vacaciones en el sofá del cuñado del pueblo, convertido en un segundón en casa grande.

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Frisa la edad de nuestro tieso con los treinta, aunque parece tener más por su rostro afilado, el sueño escaso y la miseria de su cuenta corriente. Su linaje le viene de lo que un día fue la clase media cuando la democracia trajo la libertad, los panes y las leyes.

El tieso tiene una tristeza, un fracaso, una cadencia y una decadencia de español exhausto. Está demasiado acostumbrado a que la mentira política urgente se convierta en verdad necesaria, haciéndolo insensible a la realidad. En la España oscura de genialidad, los tiesos prefieren la injusticia que sufren a la prosperidad que hay que conquistar. Entienden que han sido traicionados, que la riqueza no se ha redistribuido de los poderosos al común de los mortales, sino de la clase media al establishment político, pero no están dispuestos a plantar batalla.

La tragedia es que todos tenemos un tieso dentro, afable y bien criado, pero tísico. Este verano el turista extranjero nos ha puesto el espejo delante de nosotros. No tenemos ni un euro de más, y en el futuro tampoco lo tendremos. La clase media española se ha convertido en figurante de su propia obra, mientras los que llegan de fuera con la billetera alegre hacen de protagonistas en nuestras calles, en nuestros bares y en nuestras playas. Y lo peor no es la pobreza material, sino la resignación. Ese encogimiento de hombros que convierte la necesidad en costumbre y la derrota en rutina. Y a los políticos, precisamente, les conviene que sigamos así: dóciles, anestesiados, sin fuerzas para levantarnos.

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España no puede ser una pasión tardía, porque nosotros los tiesos no nos la queramos jugar frente a la burla de una generación de malos políticos. Hay que construir desde la dignidad del 'pueblo ayuda al pueblo' de este verano, una nueva pasión vital o política para los días oscuros que nos aguardan. La Historia no la hace el tiempo, sino las personas apasionadas que libran la batalla al conformismo impuesto por la mala política.

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