Si suele dar un paseo por los barrios de Málaga seguramente habrá advertido una imagen desoladora, que no es otra que la que ofrecen los ... locales cerrados a cal y canto porque no alberga ningún negocio, aunque esta imagen no es propia sólo de la capital sino de la mayoría de los grandes municipios de la provincia. Ver las persianas metálicas, algunas de ellas en unas condiciones lamentables, denota que la vida ha cambiado en los barrios de todos los municipios de la provincia. Las costumbres han cambiado, pues las compras suelen hacerse ahora en los supermercados y en los centros comerciales, mientras hace unos años había tiendas de ropa, zapaterías, ultramarinos, carnicerías, pescaderías y fruterías, que es el único establecimiento comercial que sigue subsistiendo. Quizá sea porque son muchas personas sin empleo las que intentan ganarse el pan abriendo este tipo de negocio, pues no se requiere una inversión muy fuerte y además los consumidores siguen prefiriendo de una manera abrumadora comprar la fruta y la verdura en la tienda del barrio. Pero la realidad es que hay una sobreoferta de locales para abrir negocios, que cada vez es más patente, entre otras cosas porque cada vez hay más bancos que han decidido reducir de una manera drástica su número de sucursales. Hay barrios en los que no hay ni una sola sucursal, cuando antes lo normal era que hubieran varias de las principales entidades financieras del país. Ahora, con un poco de suerte, en algunas de esas sucursales cerradas hay un par de cajeros automáticos, aunque ello no obsta para que se vean grandes escaparates sucios, cuando no están llenos de pintadas o de grafitis. Hay que darle una solución a este problema para desterrar la imagen de deterioro que ofrecen estos locales cerrados, sin ningún tipo de vida. Sin contar, lógicamente, con el problema económico que le supone a los dueños de estos locales que no consiguen alquilarlos, que sin duda es el fin último que persiguen. Muy legítimo por cierto. Si a esta situación se le une el problema de la vivienda que hay actualmente, pues los alquileres son muy elevados por la escasa oferta existente, la solución parece clara: convertir estos locales en viviendas. Este tipo de inmuebles podrían ser destinados a los jóvenes que quieren independizarse y que no dudarían en irse a vivir solos o con un compañero de piso. El precio, sin duda, sería más barato, más que nada porque se pondrían en el mercado miles de viviendas. Para ello hace falta incentivar estos cambios de usos y ya se sabe que ello pasa irremediablemente por la pasta. El Ayuntamiento de Málaga ya permite estos cambios de usos, aunque hay requisitos que pueden hacer frenar estas conversiones. Parece lógico que imponga una superficie mínima de 30 metros cuadrados, que tenga ventilación e iluminación natural y que la altura del mismo sea al menos de 2,70 metros. Hasta ahí se puede entender para que los inquilinos o propietarios vivan de una manera digna. Sin embargo, hay otros requisitos que hay que poner en entredicho. Uno de ellos es el de comprobar si ya se ha agotado la densidad máxima de viviendas que permite la normativa urbanística y otro, quizá el más lesivo, es que hay que tener el permiso de la comunidad de propietarios. ¿Quién es el vecino del cuarto o del primero para impedir que un local se convierta en una vivienda? Eso atenta contra la libertad de propiedad de cada uno, de disponer de su bien como le venga en gana siempre que se respeten las citadas normas de habitabilidad. A los políticos se les llena la boca lamentando el grave problema que tienen los jóvenes para emanciparse, pero a la hora de la verdad no hacen todo lo que está en su mano. Si de verdad se quieren poner más viviendas en el mercado la solución pasa por incentivar este fenómeno incipiente (en Málaga se autorizaron en 2022 un centenar de cambios). Por ejemplo, podrían eximir de pagar o abaratar las licencias de obras para adecuarlas e incluso hacer rebajas en el IBI de una manera temporal para que los propietarios tengan ese aliciente para asumir el gasto que supone acondicionar un local para convertirlo en una vivienda. A nivel estatal también debería revisarse esta fiscalidad. De momento, la mayoría de locales que se usan como viviendas está destinado al alquiler por días para turistas. Hay medidas municipales que podrían favorecer que las mismas se destinaran al mercado de la vivienda habitual, aunque para eso hay que creérselo de verdad y estar dispuestos a recaudar un poco de dinero menos. Málaga necesita que muchos de sus habitantes vuelvan a vivir en un bajo.
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