Las ratas hacen turismo

VOLTAJE ·

Las ratas golfean por los parques y por algunas calles demanera tan asidua que apenas asombra verlas

Jueves, 3 de noviembre 2022, 08:12

Se baten récords de avistamiento de ratas en Málaga, sin que quede claro si se han multiplicado o si es que salen más a la ... calle. Yo por ejemplo jamás había visto tantas como el otro día, sentado en mi bar preferido, cuando al caer la tarde me alborocé por ver la primera de la que luego fueron cuatro o cinco más, esquivando por fines literarios la posibilidad de que fuera la misma rata contoneándose delante de mí cinco veces en ese parquecito al que da nombre Alfonso Canales, y que por lo tanto está ya destinado a que solo pasen cosas bonitas por allí.

Publicidad

No hubo mucho alboroto en el bar, donde se mascaba la añoranza de otros tiempos en los que ver ratas por la calle no era tan probable, por lo que su hallazgo fortuito constituía un acontecimiento. Ahora las ratas golfean por los parques y por algunas calles de manera tan asidua que no asombra verlas. Leo aterrorizado que en el parque los niños juegan con ellas, acostumbrados a esta fauna que no es nueva pero que emerge del subsuelo, inaugurando una nueva forma de turismo ratero, como las ratas cruceristas, de las que vienen y se van sin apenas dejar su impronta.

La construcción del metro de Málaga ha supuesto una revolución en las aspiraciones sociales de las ratas, locas de contentas, como si les hubiéramos construido debajo de la Alameda un rascacielos de Nueva York. Allí dicen que hay más ratas que personas, y tienen fama de agresivas. Aquí, que se sepa, no han atacado a nadie, pero igual molesta verlas, porque su proliferación suele detonar podredumbre y desolación, no como las ardillas, que da gusto verlas por el barrio. Las ratas hace tiempo que no son carne de chop suey, y tampoco podemos pedir una familia de gatos públicos porque ni siquiera ellos se las comen.

A las ratas no les gusta la playa, prefieren chorrearse por las cañerías. Un día entró una en mi casa, salió de un inodoro. La persona que la encontró, y no le culpo, salió despavorida del baño y cerró la puerta del dormitorio, dejando a la rata en un baño en suite durante unas cuantas horas. Mi madre puso libros muy pesados en el filo de la puerta, no se fuera a escapar por ahí. Llegó un operario a capturarla y salió como de la guerra porque la rata, asustada por el allanamiento, se le había metido por debajo de los pantalones. La imagen de la rata subiendo por las piernas de aquel hombre no la vi, pero no se me olvida, y ahora cada vez que veo una rata pienso en él.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad