Ya no es que el verano se prolongue hasta septiembre, sino que va camino de alcanzar noviembre. Y no se trata solo de la bonanza ... del clima de la Costa del Sol, con temperaturas propias de la época estival, sino también del ambiente que hay en la capital y en los principales municipios turísticos, que siguen mostrando como mejor tarjeta de presentación sus playas llenas de sombrillas y de visitantes disfrutando del mar y del sol a estas alturas del año como si de un mes de agosto se tratara. Todo ello se traduce en que el negocio de los hoteles y restaurantes del litoral sigue a buen ritmo. Tanto que en el puente del Pilar la ocupación media de la provincia superó el 92%, dos puntos más de lo previsto por los hoteleros y casi cuatro más que en la última ocasión en que esta fecha coincidió junto a un fin de semana, que fue en 2023. Y lo mejor es que este nivel de reservas no es flor de un día. Más de un hotel tiene que sortear en pleno octubre algunas jornadas con 'overbooking', tal cual suena. Unos datos que ponen de manifiesto que se consolida una tendencia que ya lleva un par de ejercicios apuntando: el turista que puede prefiere viajar al destino malagueño en los meses anteriores a los clásicos y más saturados julio y agosto y en los posteriores.
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De esta manera, la Costa del Sol encara otro ejercicio en el que espera aprobar la asignatura pendiente de esta industria: la estacionalidad. El escalón entre el verano y el final de año se suaviza para quedarse prácticamente en una fina línea al mantener el sector el pulso desde el verano hasta la época navideña, que también gana adeptos. Basta con dar una vuelta por la costa y por la capital para comprobar que octubre es un nuevo agosto con la diferencia de que los precios de los alojamientos no son los mismos ni la presión en la restauración para hacerse con una mesa es igual. El turista disfruta más y mejor del destino en meses como este octubre en el que todo acompaña para vivir una experiencia vacacional como la de verano en pleno otoño. Es más, el impacto de esta vivencia es mayor porque el viajero se sorprende más del valor añadido que es el clima en este destino nada más poner el pie en la ciudad. Los turistas extranjeros no dan crédito a poder recuperar las chanclas y los pantalones cortos cuando en Berlín o Londres la temperatura máxima ya ronda los 14 grados. Sin duda, un paraíso que alarga la sombra de su tirón turístico y que abre nuevas oportunidades, además de contribuir a una mejor distribución temporal del turismo. Basta recordar que en Semana Santa ya eran protagonistas las playas con turistas y que enfilando noviembre la estampa se repite.
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