El papel de la universidad
La profunda transformación que se avecina en la formación y el mercado de trabajo por el impacto de la IA y la llegada de centros privados a la provincia abre un panorama interesante en el ecosistema educativo de Málaga
Casi sin darnos cuenta estamos inmersos en una extraordinaria transformación del mercado de trabajo que obliga a analizar cuanto antes el ecosistema educativo. El impacto ... que la inteligencia artificial tiene hoy y tendrá en los próximos tiempos –no conviene hablar de años, porque muchas cosas ocurrirán en meses–, la velocidad con la que vamos a asistir a cambios inimaginables y la revolución en los hábitos de consumo hacen necesario adaptar la formación a las nuevas realidades y a las exigencias de las empresas y administraciones. Sobre los hombros de las universidades y los centros de formación profesional recae, por tanto, una enorme responsabilidad.
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Málaga atraviesa un momento interesante en este sentido. La llegada de tres universidades privadas a la ciudad debe ser considerada una oportunidad más que una amenaza. Así ocurrió con la irrupción de los dos mayores institutos de Formación Profesional en España (Medac y Cesur, esta última ejemplo de empresa familiar de éxito), que surgieron en nuestra ciudad y fueron capaces, primero con la enseñanza presencial y luego online, de complementar la oferta pública y llegar a todos los rincones del país.
Algo parecido ocurre ahora con el sistema universitario. La Universidad Alfonso X, con una clara vocación en grados de Salud, entre otros, y la Universidad Europea arrancan este curso 2025-26 con sus nuevas instalaciones y con una oferta interesante que irá creciendo en los próximos años. También esta semana que termina celebró la apertura de su curso académico la Universidad Tecnológica Atlántico Mediterráneo (Utamed), la primera universidad cien por cien online de Andalucía, un proyecto que nace con 21 títulos y cuyo campus está en uno de los principales edificios de Málaga TechPark, el conocido parque tecnológico, con una impresionante remodelación a cargo del premiado estudio de arquitectura Flow81. El hecho de que Utamed arranque con 1.500 alumnos matriculados da una dimensión de las posibilidades de este nuevo centro.
Pero toda esta oferta no tendría impacto ni sentido sin la existencia de la Universidad de Málaga (UMA), que tiene la misión de liderar la gran transformación de la enseñanza universitaria. El malagueño Bernardino León Gross, presidente del Consejo Social de Utamed, comentó recientemente que cualquier persona podía afrontar su carrera profesional al completo con su formación universitaria, pero en estos tiempos esa formación inicial requiere adaptaciones en apenas siete años. Es decir, la formación continua ha pasado de ser una exigencia excepcional a una obligación. En un mundo en permanente cambio, nadie, ni las empresas ni los trabajadores, puede sobrevivir sin actualizar su preparación. Y que nadie se confunda: formarse para el mercado laboral es también una manera de formarse para la vida.
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Si fuese posible aislar este análisis de la bronca política, llegaríamos a la conclusión de que las enseñanzas universitarias públicas y privadas son complementarias y nunca excluyentes. Lo ilustró bien Teo López, rector de la UMA, en una reciente entrevista en SUR: en todas las grandes ciudades europeas conviven sin problema universidades públicas y privadas. Nadie en su sano juicio puede poner en duda el valor y la necesidad de la enseñanza y la sanidad públicas universales, dos de las mayores conquistas como sociedad y los pilares de nuestro Estado del Bienestar. Su trascendencia es indiscutible.
La universidad pública es, de hecho, la que aporta el mayor peso de la investigación básica, imprescindible para el desarrollo de la investigación aplicada que suelen realizar también los centros privados. Y Málaga, tanto en el ámbito público –a través del distrito único– como en el privado, se está convirtiendo en un polo de atracción de estudiantes y, por tanto de talento. Esa pujanza traerá beneficios económicos y sociales, con independencia de que también plantee desafíos. Por eso es justo, como bien hace el rector de la UMA, reclamar una financiación justa para las universidades públicas, presupuestos que permitan mantener la excelencia académica e investigadora. En ese sentido la Junta de Andalucía no debería mirar hacia otro lado: es urgente que repiense su actual sistema de financiación, que ya no refleja la realidad del ecosistema universitario andaluz y que resulta especialmente cruel para la Universidad de Málaga.
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Pero lo público, igual que requiere fondos suficientes para desarrollar su labor con holgura, debe también hacer un ejercicio de responsabilidad con el dinero que recibe, porque es de todos. Durante su discurso en la apertura del curso de Utamed, el secretario general de Universidades, Ramón Herrera, aclaró por enésima vez que las universidades privadas no se llevan ni un solo euro de dinero público y que incluso deben pasar por muchos más controles que las universidades públicas, exigencias que estos últimos años han dejado por el camino muchos otros proyectos y avalan que las universidades aprobadas cuentan con todas las garantías formativas necesarias.
Esta convivencia entre universidades públicas y privadas, nueva en Málaga pero habitual en muchas otras grandes ciudades desde hace décadas, suma otras iniciativas como el espacio de programación 42 Málaga de Telefónica, por ejemplo: una extraordinaria oportunidad para muchas personas –no sólo jóvenes que terminan la enseñanza obligatoria y el Bachillerato– con aspiraciones de mejorar su formación. Con la línea roja que supone que el dinero jamás debe ser un obstáculo para que alguien acceda a cualquier tipo de formación, la llegada de estos proyectos privados servirán para complementar la oferta pública. Y eso es una realidad que nadie, salvo por intereses políticos o de otro tipo, puede ya negar.
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