El padre Tejera

VOLTAJE ·

Recibir la educación de jesuitas como el padre Tejera me ha hecho mejor persona

Jueves, 11 de noviembre 2021, 08:11

Ayer murió el padre Tejera y, en el momento en el que me enteré de su muerte, me acordé mucho de él y de su ... presencia, tal y como habrán hecho tantos miles de antiguos alumnos del colegio San Estanislao de Kostka, de Málaga, que fuimos parte de un rebaño suyo, sin saberlo. Uno no sabe que forma parte de un grupo de gente hasta que se ve a sí mismo desde fuera: contemplarse desde la lejanía es imprescindible para darse cuenta de lo insignificantes que somos en realidad.

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El padre Tejera murió ayer con 94 años, bastante mayor, puede ser, aunque ninguna edad es buena para morirse. El padre Tejera fue un sacerdote jesuita que impartió bondad y sabiduría en el colegio en el que yo estudié, un cura que me dio muchas hostias y algún que otro guantazo -ahora sé que con todo el merecimiento del mundo- y que también fue uno de los grandes precursores de los 'boy scouts' católicos y que por eso intentó enseñarme a montar una tienda de campaña. Nunca jamás serví para ser 'boy scout' como tampoco he servido para montar tiendas de campaña, ni para sobrevivir a la intemperie, a pesar de que, de mi efímera época de campista y de misionero de Dios, aprendí cosas que por circunstancias de la vida no olvidaré nunca.

Ayer, antes de saber que el padre Tejera había fallecido, y pocas horas después de pasar con el coche por la calle que tiene en El Palo, conversé con un sacerdote respecto a la buena educación que me han dado a mí los Jesuitas. Entre ellos, el padre Tejera, que era como el jefe indio de aquel colegio bendito. En mi infancia crecí con carteles en los que aparecía la figura de Jesucristo que me decían que había que atender a los afligidos, a los que estaban fuera de la norma, a los pobres y a los afligidos; a todos aquellos que mostraran debilidad, a todos esos había que ayudarlos por encima de lo que dijeran los ricos o los poderosos. Aprendí que la insolidaridad y el egoísmo, el racismo o la intolerancia, eran sentimientos que no tenían nada que ver con creer en Dios ni en Jesucristo. Creer en una dictadura, cualquiera que fuera, era atender a un sentimiento opuesto a ser un buen cristiano porque Cristo, si viviera, estaría en contra de eso, de la opresión y del chantaje, de la muerte y de la represión. Cristo estaría a favor de la libertad. Ahora, ya mayor, creo que el hecho de haber sido educado por personas como el padre Tejera me han hecho mejor persona, y que hay mucha gente que dice que actúan en nombre del cristianismo y que en realidad no tienen nada que ver con eso, sino que son otra cosa.

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