Óscar Rufián Puente
Valladolid es la Castilla que se escribe. Cervantes con la corte a cuestas, Delibes viejo y Umbral joven. El Pisuerga de Zorrilla con su apartada ... orilla y Rosa Chacel con sus cuentos en el barrio de Las Delicias. El gótico-mudejar de la calle Santiago que no quiso por más tiempo a Óscar Puente de alcalde.
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Esta semana Feijóo ganó un partido político y perdió una investidura. Demostró que es mejor político que lo que su guardia pretoriana nos muestra. ¿Cuánto le durarán? El debate parlamentario desnudó a la nueva portavoz de Sumar, Marta Lois, a la que la política no puede prestarle lo que la naturaleza no le ha dado y también nos descubrió a la parlamentaria de ERC, Teresa Jordá, buscando en su nariz a su Gerona entera. Nos reencontramos con la madrastra de Blancanieves, Mertxe Aizpurua con todo su EH-Bildu en su rostro, a Aitor Esteban con el PNV que le cabe en su estómago y como colofón a nuestro Gabriel Rufián con su tributo perpetuo a la ópera bufa. Yolanda Díaz ni está ni se le espera. Pedro Sánchez nos tenía reservada su espantá y la sorpresa de su nuevo PSOE con el diputado de Teruel, Herminio Rufino, metido en la piel de Paco Martínez Soria, y el advenimiento del nuevo Rufián socialista, Óscar Puente, como maxi single olvidado a cuarenta y cinco revoluciones por minuto.
La infantilización de la política tiene terribles consecuencias al tratar de explicar fenómenos complejos con la simpleza del discurso simbólico de políticos muy limitados como los señalados. Su objetivo es degradar el sistema parlamentario para convertirlo en un espacio políticamente insustancial y vacío de contenido para pervertir la voluntad mayoritaria de la sociedad.
Este domingo Óscar Rufián Puente gasta las horas escuchando a Bambino y su: «Payaso, soy un triste payaso, que oculto mi fracaso, con risas y alegrías que me llenan de espanto».
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