«Éramos gente normal que trabajando en equipo hicimos cosas extraordinarias». Uno de los antiguos integrantes del laboratorio de I+D de Fujitsu leyó esta ... frase grabada en una placa en una visita a la NASA y se dio cuenta de que les definía a ellos también. Lo contaba ayer en el reencuentro que celebraron ayer setenta hombres y mujeres que pertenecieron a aquella «panda de indocumentados» –como los llamaba el que fue su director, Felipe Romera– más de treinta años después de pisar por última vez 'la Fujitsu' (que ahora es Denso Ten España, aunque todo el mundo la siga llamando por su antiguo nombre). En los años 80, aquel grupo de jóvenes ingenieros, matemáticos y físicos reclutados en diferentes lugares de España y del extranjero consiguió una proeza de la que no somos muy conscientes en Málaga: en un tiempo récord construyeron un laboratorio donde se creaba tecnología punta, que no se hacía en ningún otro sitio. Aquí se hacían módems, chips, equipos de comunicaciones Netcom, miniordenadores y terminales; cosas que ahora suenan viejunas pero entonces eran la vanguardia de las telecomunicaciones y la informática.
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«Lo hicieron porque no sabían que era imposible». Ésta es una frase que se atribuye a Cocteau y ayer Felipe Romera reflexionaba de forma parecida sobre aquella época, la más feliz de su vida según confesaba. «Éramos tan jóvenes que no sabíamos que había límites», decía. Y como la juventud, aquella fulgurante etapa no duró para siempre: apenas un par de años después de inaugurar el flamante edificio exclusivo para I+D en el complejo de Fujitsu, la multinacional compró una empresa británica, ICL, que tenía un departamento de I+D mucho mayor. Así que el laboratorio malagueño empezó a perder protagonismo y a languidecer. El final de aquel sueño, que fue muy duro para aquellos ingenieros, acabó transformándose en el inicio de algo mucho mayor. Porque la semilla que allí se había sembrado –que no es otra que la de la Málaga tecnológica– arraigó en diferentes esquejes gracias a que la mayoría de aquellos ingenieros se quedaron en Málaga tras salir de Fujitsu. Felipe Romera se embarcó en lo que entonces parecía una quimera: la creación del Parque Tecnológico de Andalucía. Junto a él se enrolaron en la aventura, entre otros, Luis Fernando Martínez, que se puso al frente de Cetecom; y Pepe Blanco, de Ingenia. Ambas empresas fueron pioneras de la Málaga tecnológica y del propio PTA. No menos importante fue el papel de quienes se convirtieron en profesores de Teleco e Informática en la UMA, llevando con ellos un 'know how' privilegiado.
Es de justicia reconocer hoy el papel de estos hombres y mujeres discretos, pero sobre todo retener las lecciones que se desprenden de su historia. Una es que las grandes cosas surgen de los grupos humanos. más que de las decisiones empresariales o políticas. Y la otra, que un final puede convertirse en un principio: por cierto, algo parecido volvería a ocurrir años después con el departamento de I+D de Nokia en Málaga, que daría lugar al nacimiento de Tartessos-Optimi.
Es curioso, en fin, que más de cuarenta años después de que aquella panda de osados se lanzara a hacer microchips en Málaga estemos volviendo a la microelectrónica.
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