Nochenueva

El alféizar ·

Lunes, 31 de diciembre 2018, 00:04

Quien escribe esta columna, cuando se sienta frente a la pantalla del ordenador para afrontar la cita semanal en 'El Alféizar', experimenta una extraña sensación, ... a caballo entre el placer y la responsabilidad. Ha ocurrido con especial intensidad estos días: tanto el pasado lunes como este, vienen marcados en el calendario por dos fechas significativas: 24 de diciembre y 31 de diciembre; nochebuena y nochevieja, respectivamente. La primera vinculada al nacimiento de Cristo y la segunda al final del año civil. Siguiendo cierta lógica, la misma que imponemos a los acontecimientos y a las palabras, mañana sería nochenueva. Es bonita esa palabra para designar la primera noche del año civil. Suena a nacimiento, a belleza, a novedad. Palabra esta última, nochenueva, que, por cierto, el ordenador no ha reconocido hasta que ha venido en ayuda la opción de 'agregar al diccionario'. Un particular diccionario, para un particular ordenador, que conoce bien las inquietudes de quien lo utiliza. Conviene recuperar la belleza y la novedad; urge revitalizar nuestras vidas y sueños; dejemos el amago de vivir y sustituyámoslo por vivir en plenitud.

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Acaba 2018 y con él mucha vida. Comienza 2019 y con él mucha vida también. La vida sigue. Y aunque traiga novedades políticas, culturales o religiosas seremos los mismos envueltos en novedad. Ciertamente el tiempo pasa y quizá sea el momento de acoger la idea, en esta nochevieja o mañana en la nochenueva de, como escribía el poeta cubano Eliseo Diego, «no poseyendo más que este tiempo (...) decido hacer mi testamento. Es este: les dejo el tiempo, todo el tiempo». Ciertamente, esta construcción humana del tiempo, es lo que tenemos y sobre el que podemos construir. Para algunas personas el tiempo es oro, para otras, gloria. Es preferible lo segundo; pero no gloria vana, sino sólida y fundada en el amor. Porque conviene recordar que son vanas las grandezas, fugaces son las glorias. Precisamente por eso valoremos lo que de bueno podemos hacer, salgamos a la vida con renovados aires de cambio. A quien escribe estas líneas le gusta comenzar el año rezando. Lo prefiero así. Porque como creyente sé que con el nuevo año se ofrece la posibilidad de buscar a Dios y de contemplar la vida, para hace propias las palabras de otro poeta, en este caso uruguayo, Mario Benedetti: «Preciso tiempo para chapotear unas horas en la vida (...) me hace falta tiempo sin tiempo».

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