En un mundo en continua evolución científica y social no es fácil predecir el futuro con acierto, pues siempre puede haber imprevistos que lo cambien ... todo. La principal asignatura pendiente de la Neurociencia, y su deuda con la sociedad, es la curación de las enfermedades mentales. Algunas como el Alzheimer o el Parkinson amenazan a buena parte de una población, cada vez más longeva. Desde que Ramón y Cajal estableció la teoría de la neurona y nos hizo saber que el cerebro, como los demás órganos del cuerpo, se compone de células individuales interconectadas, hemos aprendido mucho sobre procesos mentales como la memoria o las emociones, y sobre cómo el cerebro hace posible y controla los sentidos, percepciones y motivaciones. Pero seguimos sin descubrir el modo de curar las enfermedades mentales, o frenar consistentemente su progreso.
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Ciertamente, se ha progresado en el afinamiento y reducción de efectos secundarios indeseables en medicamentos que alivian o mitigan afecciones mentales como la ansiedad, depresión o Parkinson, pero necesitamos curar más que aliviar y es en eso donde esperamos que los próximos años nos traigan resultados relevantes, pues la población envejece y el número de afectados aumenta.
La mayor esperanza está en la cantidad de laboratorios de muchos países implicados en la investigación neurobiológica y en el incremento de las relaciones entre investigación básica y aplicada. Lo que ha dado en llamarse investigación traslacional es una actividad que progresa y consiste en un mayor acercamiento y puesta en común de conocimientos y actividades entre los científicos básicos que investigan en sus laboratorios el funcionamiento del cerebro, y los clínicos e investigadores de centros médicos y hospitalarios donde se ensayan procedimientos y aplicaciones terapéuticas en humanos.
Entre los hallazgos más importantes de estos años en el estudio de las neuronas están los que han permitido desarrollar técnicas como la optogenética y la quimiogenética, basadas en buena medida en el conocimiento del ADN celular y la ingeniería genética y en su combinación con el conocimiento proveniente de disciplinas complementarias como la química y la física óptica. Son técnicas cuya principal virtud consiste en marcar de manera efectiva y permanente determinadas neuronas, como las que codifican un determinado comportamiento, estado o proceso mental y activar después a voluntad esas mismas neuronas con rayos láser o la infusión de determinados agentes químicos. Esa estimulación puede evocar de nuevo esos procesos mentales o desactivarlos, siendo así un modo artificial, pero preciso, de control cerebral y mental. La relevancia de estas técnicas radica en su especificidad, es decir, en su capacidad para seleccionar y marcar de modo altamente selectivo sólo aquellas neuronas, entre los millones que pueblan un cerebro, implicadas en un determinado proceso.
Lo más sorprendente de la optogenética son los hallazgos que está haciendo posible tanto en aspectos relacionados con la configuración anatómica y fisiológica del sistema nervioso como con el control de diversas conductas y procesos mentales. Hasta la fecha, la mayoría de trabajos se han hecho con mamíferos como el ratón y la rata, lo que ha permitido discernir las neuronas responsables de inhibir o activar estados fisiológicos y motivacionales, como el dolor, hambre, sed, agresividad, sueño o la conducta sexual de apareamiento. Igualmente, gracias a la optogenética se han podido marcar y evocar posteriormente memorias de miedo, crear falsas memorias o incluso borrar las ya existentes. Sorprendentemente, la evocación optogenética de memorias positivas ha servido también para suprimir comportamientos de tipo depresivo en ratones transgénicos. Otros variados y diferentes experimentos han hecho también posible delinear circuitos implicados en la transmisión de información sensorial diversa, auditiva, visual, táctil y olfativa.
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La combinación de la optogenética con otras técnicas como resonancia magnética funcional ha dado también interesantes frutos al poner de manifiesto mapas complejos de actividad neuronal relacionados con comportamientos o estados motivacionales o cognitivos específicos. Como era de esperar, la optogenética ha entrado en el ámbito de la patología neurológica y la enfermedad mental al haberse usado en modelos animales para conocer la actividad neuronal subyacente a las convulsiones epilépticas o la que promueve o inhibe los movimientos incontrolados en la enfermedad de Parkinson. También se ha utilizado para identificar aspectos neoplásicos, es decir, cancerígenos y neurodegenerativos en modelos de Alzheimer en ratones.
No obstante, estamos lejos de poder implantar la optogenética en humanos. Los primeros intentos en primates inferiores no han dado buenos resultados. Pero la perspectiva que genera esta técnica y sus primeros y ya abundantes resultados nos hacen creer que un cierto control de la mente humana puede dejar de ser ciencia ficción algún día. Muchas cosas pueden cambiar, pero eso no debería asustarnos más de lo que lo han hecho otros grandes hallazgos científicos, como la energía nuclear, capaz de utilizarse tanto para el mal como para el bien. Los científicos tenemos la obligación de hacer ciencia, pero el uso del conocimiento que generemos deberá estar siempre bajo el control y la tutela de toda la sociedad. Eso requiere el establecimiento de oportunos códigos y normas éticas que garanticen que ese conocimiento nunca pueda utilizarse para otros fines que los que persigan garantizar y mejorar la salud y el bienestar de las personas.
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