Necesitamos raros como Musk
EL FOCO ·
Es tentador tratar de saber si hay patrones educativos que nos conviertan en valientes cuando es preciso serlo pero no se ha dado con la recetaEn 15 días, se descuelga una exposición magnífica sobre el hundimiento del Titanic en la sede de la Cruz Roja de Málaga, un edificio que ... por sí solo ya vale una visita, en Ciudad Jardín. En la muestra, se van relacionando capítulos de la catástrofe con la ley de prevención de riesgos laborales. Durante la inauguración, el comisario, Antonio José Millán, de la cátedra AXA de Riesgos Laborales, habló del capitán del barco que acudió al rescate de los naufrágos, Arthur Rostron y explicó cómo los estudiosos de la psicología de los héroes tratan de saber qué hace a un hombre capaz de, en unos minutos, tomar varias decisiones bajo presión. Según Millán, no se ha dado con la clave.
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Es tentador tratar de saber si hay patrones educativos que nos conviertan en valientes cuando es preciso serlo pero no se ha dado con la receta. En situaciones dramáticas súbitas siempre hay quien nos sorprende por su capacidad resolutiva. O al revés, también supuestos líderes en lo cotidiano se convierten en cobardes seguidistas cuando hay que tomar decisiones difíciles y tratan de eludir responsabilidades a toda costa. O evalúan tanto la situación que llegan a una parálisis por diagnóstico y enmascaran como prudencia lo que es cobardía.
También los hay que persiguen la fórmula mágica para conseguir emprendedores disruptivos. Melissa A. Schilling es la autora de un libro muy interesante, 'Quirky', que trata de indagar en las personalidades de varios innovadores. Uno de ellos es Elon Musk, el hombre más rico del mundo, niño que devoraba libros en Sudáfrica, no de Amazon, pero de las bibliotecas locales. El millonario que en estos días ha puesto en alerta a la guardia pretoriana del progresismo más llorón al hacerse con la propiedad de Twitter, donde ya avisó de lo que podía ocurrir cuando preguntó en una encuesta a los usuarios si creían que la libertad de expresión estaba en peligro en la red social. La mayoría contestamos que sí y Musk dijo que lo arreglaría. Ahora, los que tenemos cuentas suspendidas, estamos expectantes.
Si nuestros hijos son raros, lectores, obsesivos, piensen en Elon Musk. Necesitamos más
El propietario de Tesla hace las delicias de los que están hartos de incoherencias en la izquierda más censora que va de progre, que se lamenta de que la fortuna de Musk no se use para acabar con el hambre del mundo y sí para comprar lo que consideran un capricho. Olvidan que fue en Twitter donde el Gobierno ucraniano pidió y consiguió que el millonario les suministrara satélites para que no se cortara Internet. Algunos estrategas creen que eso fue fundamental para que las tropas de Putin se no se dieran el paseo triunfal que vaticinaron mal. Los lloros de la izquierda, por otra parte, ponen de manifiesto la escasa importancia que le dan a la libertad de expresión, algo que Musk, sin embargo, ha considerado fundamental para que una democracia funcione. Es coherente al afirmar que está deseando que le insulten en Twitter que él, por supuesto, no hará caso.
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Pasar bastante de lo que piense la gente es una de las características que resalta Schilling de los personajes que retrata en 'Quirky', de Edison a Musk, pasando por Marie Curie, Benjamin Franklin, Steve Jobs o Nicola Tesla.
A Musk, de niño, no parecía importarle mucho la presión de grupo cuando se pasaba leyendo diez horas al día o cuando, al acabarse los libros de la biblioteca local, decidió que lo siguiente era la Enciclopedia Británica. Para él, según explicó, fue importante para darse cuenta de que «no sabes lo que no sabes». Justo lo contrario que ocurre ahora, cuando los algoritmos te van recomendando leer de temas sobre los que ya has mostrado interés previo. Poco enriquecedor.
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No cabe duda de que el millonario fue un niño raro. Inadaptado al patrón común, desubicado en los gustos de los demás, alejado de las rutinas del resto. Ahora que se habla tanto de Pensamiento Crítico de nada sirve si, desde pequeños, todos estamos presionados para encajar en un rebaño y tenemos un catálogo de etiquetas para el que se sale de la norma. Por mucho que nos quieran vender las bondades del consenso, pocas innovaciones disruptivas se han alcanzado por ese método. Precisamente lo que hace especiales a los innovadores, según explica Schilling, es que no se vienen abajo a la primera crítica a su idea y esa actitud está cimentada en una confianza extrema en sí mismos, conseguida con trabajo duro y la certeza, a una edad temprana, de que sobresalen en algo. El otro día, una amiga, madre de un niño de altas capacidades, me contaba la frustración de su hijo porque llevaba meses en los que la mayoría de los profesores no le hacían ni caso al levantar la mano. Obviamente, es más cómodo como profesor no tener entre los alumnos a los que hacen preguntas incómodas pero los docentes que desprecian por cansinos a estos niños deberían saber que pueden estar desalentando a innovadores que nos vendrían bien a todos. Puede ocurrir que los que hacen cursos sobre fomento de la creatividad sean los mismos que desprecien a alumnos que, con sus preguntas, les ponen nerviosos. Fueras de serie, ovejas sin rebaño, que no miden sus posiciones en función de si encajan con las de la mayoría.
Quizás por eso, el abuelo materno de Musk fue de los fundadores de un partido de ingenieros en Canadá, que no tuvo ningún éxito. Las ideas disruptivas, raras, innovadoras, no suelen cosechar el favor del público, necesario para votos en una democracia. Los políticos suelen pensar primero en qué será popular, no útil a medio plazo para la mejor gestión del dinero público. Sólo se vuelven valientes cuando las crisis no dejan más opción. Y ni siquiera.
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Los innovadores, de niños, nos dice Schilling, no suelen ser de los populares de la clase. Así que, si nuestros hijos son raros, lectores, obsesivos, piensen en Elon Musk. Necesitamos más.
El carácter de los héroes, como el capitán Roston, sigue siendo misterioso. El de los innovadores disruptores sabemos que suele tener en común ser raros así que conviene celebrarlos y no condenarlos por disidentes del rebaño.
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