Rastro de Fuengirola. Carteles del western 'El último tren de Gun Hill'. J. A. M.

Naufragio metódico

EL DIETARIO ·

(Septiembre de trabajo y bajas)

José Antonio Montano

Sábado, 24 de septiembre 2022, 00:15

Trabajo. Nunca se percibe mejor la cabronada del trabajo que el primer día tras las vacaciones. Este secuestro de tiempo, cuando hasta ayer lo teníamos todo.

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Latorre. A finales de julio recibí este mensaje de Rafa Latorre: «Desde el comienzo de 'Zoom News' no te hacía una pregunta semejante. ¿A ti te gustaría hacer un comentario radiofónico semanal?». 'Zoom News' era el periódico digital del que fue subdirector hace diez años. Entonces me llamó para que colaborara como columnista. Ahora ha empezado a dirigir 'La Brújula' de Onda Cero. Pertenece a esa estirpe de aristócratas cotidianos que no piden, solo dan.

Inauguralista escéptico. En el dietario de agosto hablé de mi cuento de todos los veranos: me propongo escribir, pero no escribo. Al leerlo, dijo Arias: «Me fascina la figura emergente del inauguralista escéptico: consciente de que no escribirá, sigue creyendo que va a escribir y luego escribe que no ha escrito…».

Gun Hill. Encuentro en el Rastro de Fuengirola carteles de 'El último tren de Gun Hill', una película del oeste con Kirk Douglas y Anthony Quinn. Los compro porque era la favorita de mi padre. Cuando éramos niños, nos llevó a verla a un matinal a mi hermana y a mí. Desde entonces siempre que la ponían en la tele la veía y la grababa. No sé cuántas veces lo hizo. Había algo en esa película que necesitaba poseer, no podía dejar que se le escapase. Durante años fue motivo de cachondeo en la familia. Y ahora de amor.

Hasta los viejos. Antes de que el tema pase a ser la muerte de la reina de Inglaterra, hago bromas sobre lo mucho que me pone la nueva primera ministra, Liz Truss, nombrada unos días antes. Jáuregui me las ríe. Doy por hecho que ella es mucho mayor que yo, pero consulto su edad y me quedo planchado: ¡nació nueve años después! Se lo cuento a Jáuregui y dice una gran frase: «Ya todo el mundo es más joven que nosotros, hasta los viejos».

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Mareíllo. Subo a bordo de la nao Victoria, en la que Elcano dio la primera vuelta al mundo. Se encuentra atracada en Málaga junto con otros dos barcos de época. La imitación está lograda. Tanto, que me fuerzo a imaginarme como uno de aquellos marinos; su heroísmo y sus penalidades en los minutos de la visita. Mientras contemplo la Farola desde cubierta, imagino que nos falta comida fresca y podemos pillar el escorbuto. Pero es necesario resistir. Hay que lograr la hazaña. El barco oscila y eso basta para la sensación de altamar. Al bajar, noto un mareíllo: un eco palpable, físico, de las navegaciones auténticas.

Naufragio metódico. La primera vez que oí el poema «Autobiografía» de Luis Rosales fue por la radio. Recuerdo el impacto del comienzo: «Como el náufrago metódico que contase las olas / que faltan para morir...». Y sobre todo el del final: «sabiendo que jamás me he equivocado en nada, / salvo en las cosas que yo más quería». Era joven, pero ya sentía que me había equivocado en esas cosas. Esta sensación de fracaso, o de naufragio metódico, tenía un fondo grato, porque era solo mía: la consideraba una distinción. Andando el tiempo he visto que muchos la hacían suya también. Me fijo en el último que lo acaba de citar y me doy cuenta de la incomodidad que me produce. Todos sienten que se han equivocado en lo que más querían. No es ninguna distinción.

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Consejo de artista. Dos chicos hablan a mis espaldas, creo que de música hip-hop. Bajamos las escaleras mecánicas de la nueva estación de cercanías de Torremolinos. En realidad, es uno el que le habla al otro. Le da consejos. Consejos de artista. Tiene acento latinoamericano (¿colombiano?) y habla con determinación, es muy bueno. Antes de que lleguemos abajo saco el móvil para anotar lo que ha dicho: «El artista debe tener una voz fuerte y una metralla de palabras rápidas».

Bajas. En estos días de bajas célebres (Isabel II y Javier Marías entre otros) visito dos veces el cementerio de los Asperones, por bajas cercanas: la prima Paca, el primo José. La prima Paca, una de esas primas de la edad de las madres que funcionan como tías, vivió siempre cerca: primero en Las Flores y luego se mudó a Nueva Málaga cuando nosotros nos mudamos. En este barrio vivía ya el primo José, cuando estudiaba Medicina. Fue el primer universitario de la familia. A finales de los setenta (era nueve años mayor que yo) llegaba a casa con 'El País' y se ponía a ver partidos de baloncesto: la primera vez de las dos cosas para nosotros. Más adelante me aficioné a la literatura y él tenía una bibliotequita en su terraza, que también fue muy importante para mí. Fue médico y ahora investigaba y daba clases en la facultad. Su hija estaba a punto de casarse. Hacía mucho que no lo veía, pero en las fotos que encuentro en internet está igual, aunque sin su melenita. El día antes de que muriera, pero él ya no pudo verlo, España ganó el Eurobasket.

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