No salgo en ninguno de los álbumes de fotos familiares que tengo delante porque aún no había nacido. En esos momentos nadie en el mundo ... pensaba en mí, ¿quién va a pensar en alguien que no existe ni siquiera en la imaginación? Me pregunto dónde estaba durante esos años y no consigo resolver el enigma. ¿Dónde está la nada? Hasta que un día surgí de la oscuridad. Yo soy el recién nacido que apenas se vislumbra en las fotografías. Aquí estoy el día del bautizo rodeado de personas mayores. Paso lista a los que un día estuvieron a mi lado. Unos sonríen a la cámara, otros cierran los ojos como si no quisieran ver al fotógrafo que con un simple clic, un segundo, sella para siempre un instante de vida. No creo que ninguno pensara entonces que esa imagen iba a quedar estampada en la memoria y le otorgaría una cierta inmortalidad. Alrededor todo permanece suspendido en el aire del tiempo. Vuelvo a cuestionarme la inmensa duda que nadie resuelve. ¿Dónde estaba antes de nacer y adónde iré cuando desaparezca?
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Paseo por el puente que une la nada con el vacío. Admiro la belleza que se va consumiendo y también la que permanece casi intacta a través de los siglos. Los familiares y desconocidos que salen en las fotos son más jóvenes que yo ahora. Los miro detenidamente. ¿Qué gracia ha soltado alguno de ellos para que todos rían? Las fotos son imágenes mudas. En esta playa desierta mi abuela ignora que la están fotografiando. Sopla la brisa y ella se alisa el pelo. Miro el perfil de su cara y calculo que tiene treinta años menos que yo.
Leo lo que hay escrito en el reverso de esta otra foto: Navidad del 61. Me llaman la atención los muebles y los objetos que han sobrevivido a la mayoría de los familiares que celebran la fiesta. Observo al niño que fui y él me devuelve la mirada. El mentón lo tiene apoyado sobre la superficie de la mesa blanca llena de copas, cubiertos, platos y bandejas con restos de comida. Paso las hojas del álbum y apenas encuentro fotos tristes, como si el vacío no existiera. Sólo descubro ausencias.
El otro día pensé romper las fotos que me han ido haciendo a lo largo de los años, como si no quisiera que nadie revelase los secretos del pasado, las personas que por un motivo u otro han ido quedando atrás. No quiero que ningún desconocido se inmiscuya en mi vida. Prefiero convertirme en fantasma y desaparecer. No hay fotos de fantasmas, al menos yo nunca la he visto. Cierro el álbum y prosigo el camino. Echo la vista atrás y no veo fotos mías recientes ni de viajes ni de nada. Las imágenes fantasmales del futuro las dejo en manos de la imaginación.
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