En Sevilla se ha muerto a los 88 La Esmeralda, travesti pionera en la Andalucía de los 70 y le han escrito unos obituarios de ... esos que solo sabe escribir Sevilla, que vienen con farolillos, ataque de risa y tres calentitos. Se llamaba Alfonso Gamero Cruces y tenía un bar -La Caseta- donde cantaba, bailaba, contaba chistes, decía inmundicias a la clientela. Fue el suyo un universo de artistas libres y sentimentales, personajes con aura mitológica como La Pelococo, La Bultaco, La Tornillo y también La Petróleo de Cádiz y La Salvaora, arcángeles del 'age'.
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Andalucía en general -y particularmente Sevilla- es dueña de un clarísimo misterio, una naturalidad que une a los toreros, los señores y los travestis por el mismo hilo de oro que cose la banda de la taleguilla, los trajes de espiga, los lomos de los libros y las batas de volantes. Hablo de un estado espiritual inclasificable que muchos han pretendido categorizar sin éxito.
Francisco Correal recuerda el pronto y los chistes de la finada, ahora que ya no se cuentan chistes, como este que le soltó a la duquesa de Alba cuando apareció con Jesús Aguirre y dijo de él que parecía «el mudo de los hermanos Marx». Si lo dice ahora, la cancelan por ofender a los mudos y por supuesto a los marxistas. Creo que personajes como La Esmeralda ponían en cuestión la España del tardofranquismo, pero, sobre todo, la España de ahora, este infierno de la causa constante, la ofensa, la puritanía y el identitarismo cateto que nos asfixia.
Llevaban cuarenta años preguntándole a La Esmeralda que qué se sentía. Se centraban en su identidad de mujer, cuando lo único importante era su identidad de artista. Dejó una prolífica literatura sobre género que ya podría aprendérsela Irene Montero, como cuando dijo: «Mujer me siento por dentro porque llevo esa hormona que veo un hombre y se me ponen los ojos como el dos de oros». La mejor respuesta se la dio a Quintero cuando, anticipando la histeria del generismo, El Loco le preguntó si era «gay, homosexual o mariquita» y La Esmeralda le respondió: «Soy maricón con acento en la o, que suena como a bóveda». Me planteo si el Ministerio de Igualdad está tardando en organizarle un gran funeral de Estado, pero lo mejor va a ser que el Estado la deje en paz a ella y a nosotros, también.
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