Sr. García
Carta del director

La trascendencia cofrade

Es una suerte para Málaga contar con una Semana Santa cuyo impacto cultural y social tiene un valor incalculable que empieza, como todo en estos tiempos, a desbordar todas las previsiones

Manolo Castillo

Málaga

Domingo, 31 de marzo 2024, 00:06

Málaga es mejor ciudad gracias a su Semana Santa. El impacto real de esta celebración trasciende al hecho religioso para convertirse en un armazón cultural, ... social, turístico y antropológico sobre el que se moldea una forma particular de entender esta manifestación popular, en la que se entremezclan sentimientos y sensaciones muchas veces contradictorias. Es preciso renunciar a entenderlo todo, porque muchas de las cosas que ocurren no tienen explicación. O no queremos dársela. Las personas necesitan asideros a los que agarrarse, clavos con los que apuntalar esa falta de respuestas cuando se cree que todo está perdido. Eso que llaman fe. Esas emociones que arrancan con un sonido, una imagen, un paso marcial o simplemente por un recuerdo. Quizá es que ante tanta frialdad de hoy necesitamos emocionarnos para comprobar que estamos vivos más allá del código binario de cualquier algoritmo. La Semana Santa, entre otras muchas cosas, nos devuelve por unos días a la profundidad del arraigo, de la infancia, de esas cosas que llevamos dentro y que tienen que aflorar por cualquier lado. Por eso la Semana Santa tiene un poder extraordinario para generar emociones y para atraer la atención de cientos de miles de personas. Tanto es así que se están desbordando todas las previsiones y la masiva afluencia de personas está empezando a ser un problema, sobre todo restando autenticidad a muchos momentos de la Semana Santa.

Publicidad

Pero este año si de algo se ha hablado ha sido de la lluvia, de cancelaciones y decepciones. Resulta curioso que después de tantos meses de sequía sea precisamente en esta semana que ahora termina cuando rompa a llover. No ha faltado quien ha visto en todo esto un regalo divino. Bienvenida sea el agua, sea como sea. Ahora sólo cabe que después de la tormenta no llegue, como siempre ocurre, la calma administrativa para luchar contra la sequía.

Y esta lluvia ha demostrado dos cosas: la eficacia de Aemet –resulta increíble la exactitud– y el triunfo de la templanza frente al arrojo de otros tiempos. Quizás porque el chaparrón que les cayó al Huerto y al Prendimiento marcaron las decisiones posteriores. No es fácil asumir esas responsabilidades en medio, además, de un entorno tan emocional.

También parece que el nuevo recorrido empieza a aceptarse cada vez más –era sólo cuestión de tiempo– aunque resulta evidente que es un paso más en esa desnaturalización de la Semana Santa, en la que cada vez hay más vallas, más espacios acotados y menos bulla. Los puristas lo prefieren, aunque he de reconocer que a mí me gusta menos. De todas formas, con tanta gente es verdad que todo es más complicado. En fin, que cada vez quedan menos lugares y momentos en los que disfrutar de la Semana Santa a pie de calle. Es el precio a pagar.

Publicidad

Las cofradías cada vez se esmeran más en el lucimiento de sus recorridos procesionales, pero no deberían olvidarse de la gente, de los devotos. Es verdad que es un difícil equilibrio, pero la solemnidad no puede prevalecer siempre sobre el carácter popular de esta celebración religiosa, sobre la cercanía que debe haber entre los sagrados titulares y sus devotos.

La Semana Santa es, si no lo es ya, un gran espectáculo –sin sesgo peyorativo–, con una cuidada escenografía, y eso requiere un permanente debate que no la lleve por derroteros equivocados. Porque la Semana Santa va camino de durar tres semanas: la de los traslados de ida, la de las procesiones y la de los traslados de vuelta. Y quizá los traslados empiezan a ser más auténticos por esa posibilidad de acercarse, de caminar, de no toparse ni con vallas ni con ese personaje cada vez más presente en las calles: 'el motivao', dícese de aquel encargado de un paso, un cruce o una valla y que se siente capitán de los ejércitos por un día. Sí, caminamos hacia una Semana Santa de tres semanas y eso puede estar muy bien.

Publicidad

Y mención especial merece el Cristo de la Clemencia, antiguo Mutilado, protagonista por procesionar un estandarte con la inscripción del dictador Franco. Y es posible hacer un análisis sereno, lejos de la turba excitada. Esta cofradía está haciendo un enorme esfuerzo tras la restauración del Cristo y después de 46 años sin procesionar, y se integrará con toda seguridad, y más pronto que tarde, en el recorrido oficial. Tiene un trono impresionante, un patrimonio riquísimo y un concepto que puede convertirla en una de las referencias de la Semana Santa de Málaga, pero lucir esa referencia a Franco es un error y sería obstinado intentar mantenerla. Es sólo cuestión del sentido común que la hermandad que preside Manuel Sánchez está demostrando desde hace años. No parece difícil y más aún cuando la sensatez se impone a orgullos mal entendidos.

Y así llegamos al final de una Semana con la triste alegría de la lluvia, que cien días dure, y la certeza de que Málaga tiene su mejor Semana Santa del mundo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad