Los fondos buitres y otras leyendas urbanas
Muchos ciudadanos necesitan encontrar un culpable a los problemas y las dificultades de esta sociedad y construir un relato, muchas veces interesado e ideológico, que no se sustenta ni en datos ni en la realidad
Lo importante es encontrar culpables a los que responsabilizar de los problemas y construir un relato sencillo con el que tratar de explicar de manera ... simple problemas complejos. Y ocurre que muchas veces esos argumentos se construyen sobre datos falsos o realidades ficticias, cuando no interesados o ideológicos. El último ejemplo tiene que ver con lo publicado hace unos días por este periódico, donde se demostraba que el 95 por ciento de las viviendas de alquiler turístico en la ciudad están en manos de pequeños propietarios. El 84,1 por ciento, por ejemplo, tiene una única vivienda en alquiler. Con estas cifras se desmonta esa idea extendida por la ciudad de que hay fondos buitres con decenas o cientos de pisos dedicados a especular con las viviendas del centro histórico y su entorno. La realidad, guste o no, es que en la mayoría de los casos son malagueños que tienen una o dos viviendas heredadas o compradas y cuyos ingresos por el alquiler vacacional dedican a complementar sus ingresos, lo cual es absolutamente legítimo. Es decir, se ha construido todo un relato sobre la especulación salvaje del sector inmobiliario en la ciudad que no se corresponde del todo con la realidad. Pero es fácil, especialmente para los principales detractores de este modelo o para los políticos, diseñar esa ficción de inversores sin escrúpulos que se están adueñando de la ciudad y expulsando a los malagueños. Pues parece que los datos no respaldan este argumento.
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Esto no significa que la ciudad y la provincia no sufran una grave crisis de acceso a la vivienda y que se transgreda el derecho constitucional de una vivienda digna para todos. Pero es un error culpabilizar de ello casi en exclusiva a las viviendas vacacionales o al propio turismo como causantes del problema. La explicación es mucho más sencilla de lo que se quiere hacer ver: la crisis de la vivienda es un problema de falta de oferta. Si las administraciones públicas facilitaran suelo para viviendas de VPO y adaptaran los módulos y los requisitos de acceso a los nuevos tiempos se podría resolver gran parte de este problema. Pero es mucho más tentador eludir responsabilidades, buscar culpables y apuntar a esa entelequia de los fondos buitres.
Por supuesto que hay que ordenar y regular el sector del alquiler vacacional, pero dentro del sentido común.
Ocurre algo parecido con la construcción en altura, que se ha convertido en la diana de algunos que ven en las torres el nuevo demonio del progreso. Hay un consenso entre los expertos sobre la sostenibilidad de los rascacielos cuando cumplen, como me comentaba recientemente una arquitecta, con su verdadero objetivo: generar nuevos espacios verdes y servicios para el disfrute de los ciudadanos. Es decir, no se trata de colmatar edificios como en La Malagueta sino de racionalizar el entorno como en las torres que proyectó Lamela en Playamar, un ejemplo de los beneficios de este tipo de construcciones y que resiste el paso del tiempo mucho mejor que esas praderas de chalés adosados que inundan la provincia.
Pero no; aquí, en Málaga, hay quienes quieren asociar la construcción de las torres con el desarrollismo depredador y como símbolos de una pretendida lucha entre ricos y pobres. Al final ese complejo ha provocado que el paseo marítimo de poniente sea una sucesión de bloques chatos con pocos espacios verdes. Pero ese es el precio de esos prejuicios.
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Hay numerosos casos de estas leyendas urbanas que, en mi opinión, terminan por tergiversar la realidad. Y no hay que quedarse sólo en el urbanismo. El caso de los conciertos con la sanidad privada es bastante llamativo también: se asocian los conciertos con un malicioso plan para privatizar la sanidad pública. Nada más lejos de la realidad. Nadie en su sano juicio trataría de cargarse el modelo actual de sanidad pública, uno de los mejores del mundo.
Otra cosa es que para mejorar la atención y rebajar las listas de espera sea aconsejable concertar con centros privados, modelo que, por cierto, puso en marcha en Andalucía los gobiernos del PSOE de Manuel Chaves. Pero no, los conciertos son malos, malísimos para muchos.
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Por todo ello lo mejor es poner en duda todas esas afirmaciones que tratan de confundir y, finalmente, de manipular. Se puede estar más o menos de acuerdo con los diferentes modelos de gestión y también de ciudad, pero lo que debemos evitar es caer en la trampa de la desinformación. Porque detrás de una afirmación falsa siempre hay un interés oculto.
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