Sr. García

Política & Cía S.L.

Las estrategias y las formas de actuar de los partidos y sus líderes desconciertan cada vez más porque se alejan de lo que de verdad conviene a la ciudadanía para centrarse en lo que les interesa sólo a ellos

Manolo Castillo

Málaga

Domingo, 7 de enero 2024, 00:15

El año 2024 empieza como terminó el 2023, con los políticos de Madrid especialmente enzarzados en una eterna trifulca que, por su insistencia, comienza a ... resultar indiferente para el ciudadano. Los políticos de hoy no entienden su día a día sin generar un estado de tensión y bronca que alimente sus declaraciones en redes sociales y en el circo mediático que se ha convertido el Congreso de los Diputados,

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Hoy, más que nunca, los partidos políticos se parecen a grandes corporaciones que velan por su interés y el de los suyos al margen del bien general. Se trata de construir su liderazgo sobre los escombros de la competencia con el agravante de que lo que de verdad les importa es convencer y construir un relato sobre medias verdades, mentiras y noticias falsas que penetre en el cerebro del electorado. Para ello, es verdad, resulta imprescindible la colaboración de un periodismo de parte, polarizado y escorado ideológicamente. Reconozcámoslo: hay periodistas y medios que se han convertido en palmeros de sus señoritos políticos. Y eso impacta directamente en la credibilidad de un oficio que aún hoy, en muchos lugares, se ejerce con criterio, veracidad y rigor. Y también con sus errores.

El año comenzó con la trifulca por el apaleamiento cerca de Ferraz en Nochevieja de una piñata que representaba a Pedro Sánchez. Hay que ser del género tonto para dedicar tiempo a esa idea, pero recordemos que hay gente para todo. Como la que quemó en su día fotos del Rey o de Rajoy o cuando otro lumbreras hizo prácticas de tiro con las fotos de Pedro Sánchez, Irene Montero, Pablo Iglesias y otros.

Nadie puede justificar estas acciones, pero también hay que calibrar cada una en su justa medida. No es lo mismo aquellas diana que ETA colocaba en las calles del País Vasco sobre la foto de empresarios y políticos que un lelo haciendo prácticas de tiro. Es así.

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Pero la política de hoy utiliza todas esas cosas –como los escraches a cargos del PP o de Podemos– como herramientas con las que retorcer su relato y construir percepciones erróneas e interesadas. Sobra estrategia y falta sensatez, sobre todo porque nos tratan como tontos.

Todo esto no deja de ceñirse a ese sainete político que es Madrid, pero la cosa es más preocupante cuando afecta a materias tan importantes como la Sanidad, la Educación o la Dependencia. Ningún político en su sano juicio quiere cargarse, por ejemplo, la Sanidad. Diría que todo lo contrario. Lo que ocurre es que la oposición política, sea cual sea su ideología, mete sus zarpas en este asunto para embarrarlo todo.

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La Sanidad es un problema en toda España que requiere más gestión profesional que política, la colaboración de los propios profesionales y también de los pacientes. Además, es imprescindible la colaboración con la sanidad privada sin que ello suponga un intento de privatización del mayor patrimonio del estado del bienestar. Pero nada esto ocurre y lo peor es que la política utiliza la sanidad como arma electoral y destructiva. Como siempre, sería imprescindible un pacto de Estado que dejara la Sanidad, la Educación, la Dependencia y las Pensiones fuera de la lucha partidista. Pero eso es pedir demasiado a estos representantes públicos que en su mayoría ni han trabajado fuera de la administración pública, que no saben lo que es contratar, montar una empresa, pagar seguros sociales o, simplemente, tener un empleo precario.

Pero la mayoría de ellos van de listos, apoyados en esos adalides del buen periodista que se cambian de chaqueta como de zapatos y que retuercen los valores y principios del periodismo para contentar a sus señoritos. Y luego pretenden dar lecciones.

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Cada vez tienen más valor esas voces críticas bidireccionales y pluralistas, voces sin complejos ni prejuicios capaces de ver y analizar la realidad desde arriba y no desde las trincheras, capaces de poner al poder frente al espejo, venga desde donde venga, aunque el precio es que le vayan colgando etiquetas según convenga. Como dijo Alsina al recoger el recibir el premio Francisco Cerecedo de periodismo, «vivimos tiempos de dogmas y bulos; siempre hay alguien mandando callar». «Nos mueve –añadió– el apego a la verdad, la verdad frente a la manipulación, frente a la distorsión, frente a los cambios de opinión. Nos mueve el valor de la palabra dada, de la coherencia y de la memoria. La mentira seguirá siendo mentira aunque algunos nos la hagan pasar por la nueva verdad. Palabra, coherencia, memoria y compromiso». Así sea. Lo demás es palabrería barata.

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