Las cajas de Manuel Alcántara
El centerario del nacimiento del poeta y escritor malagueño sería un buen momento para poner en valor su legado, hoy encerrado en un piso
Hay quienes cuentan, entre aquellos que han paseado por el poder y la popularidad, que lo peor de la retirada es cuando el teléfono deja ... de sonar. ¡Ay del que no esté preparado para ello! Manuel Alcántara nunca se vio en esa tesitura, porque nunca se retiró. Hasta el último suspiro estuvo frente a su máquina de escribir en un pulso titánico con sus propias fuerzas para no faltar a la cita diaria con sus lectores. Iba camino de los 30.000 artículos cuando tecleó su punto y final.
Publicidad
Hace algo más de seis años que nos dejó y estas líneas que ahora escribo no están motivadas ni por una efeméride ni por un aniversario. Al menos, que yo sepa. De hecho no quería coincidir en el tiempo con nada relacionado con su obra para no generar malentendidos. Este artículo es, simplemente, una modesta llamada de atención para aquellos que la quieran escuchar. Hace un tiempo me atrevería a decir que serían muchos; hoy, sinceramente, no lo sé.
Manuel Alcántara dejó un enorme legado en forma de artículos, manuscritos, libros y objetos que fue acumulando durante su prolífica vida. Son, en su conjunto, la forma de entender no sólo su obra, periodística y poética, sino también su personalidad, tan peculiar como compleja y genial. Hubo un tiempo en que gran parte de ese legado estuvo en una magnífica casita frente al mar, frente al paseo marítimo de Málaga. Eran tiempos de abundancia, para su obra y algunos más. Hoy, todos esos legados están embalados en cajas y almacenados en su viejo pisito en Rincón de la Victoria. Su hija y su nieta están embarcadas en la ingente tarea, diría que imposible y heroica, de documentar y ordenar tanto material. Aunque con más determinación que medios y, sobre todo, desde la discreción. Ni un lamento ni una queja.
Imaginar esas cajas después de haber visto a Manolo tantos y tantos días rodeado de tantos y tantos admiradores (y aduladores) me genera cierta desazón, a pesar de que intento asumir con naturalidad que al igual que los teléfonos dejan de sonar también los golpes de pecho dejan de tener fuerza. O, incluso, desaparecen.
Publicidad
Manuel Alcántara, entre otras muchas cosas, es Hijo Predilecto de Málaga, Hijo Adoptivo de Rincón de la Victoria, Hijo Predilecto de la Provincia de Málaga, Medalla de Oro de Andalucía, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Málaga. También acumuló el Premio Nacional de Literatura y los premios periodísticos Luca de Tena, Mariano de Cavia o González Ruano, entre otros muchos. Todos estos reconocimientos que tuvo la suerte de recibir en vida –uno de los pocos a título póstumo fue el de campeón de España de boxeo– deberían garantizar también, al menos un poco, cierta atención.
Es verdad que la Fundación Manuel Alcántara hace un encomiable esfuerzo por mantener vivo su nombre, con un significativo programa de congresos, charlas, jornadas, conferencias, mesas redondas, foros y debates con la participación de un sinfín de estudiosos y profesionales de las letras y el periodismo que vienen a Málaga asiduamente, parecidas a aquellas peregrinaciones de columnistas que venían a rendir merecida pleitesia al maestro. También la fundación impulsa los premios de poesía, periodismo y novela y ha conseguido aglutinar a un elenco de los mejores patrocinadores de la provincia para hacer posible todo este extenso programa de actividades.
Publicidad
Quizá, desde esta humilde opinión, habría que intentar, entre todos aquellos que arropábamos y celebrábamos con Manolo tantos días de articulismo y poesía y brindábamos con él con un estupendo Dry Matini, encontrar un buen lugar donde archivar su legado y en el que se permita estudiar su obra. De lo contrario parecerá que cuando dejaron de ser útiles esas jornadas y encuentros el interés se difuminó.
Málaga, y no sólo ocurre con Manuel Alcántara, debería pensar cómo salvaguardar las obras y la memoria de muchos creadores y artistas, cuyo recuerdo empieza a languidecer tras su muerte. De hecho, llama la atención que esta ciudad trimilenaria no tenga aún un gran centro sobre la historia de la ciudad y sobre sus grandes personajes. Ya es sintomático que, como otras tantas cosas, el proyecto de rehabilitación de la casa natal de Cánovas del Castillo lleve años y años en un cajón.
Publicidad
El mejor homenaje que podríamos hacerle a Manuel Alcántara en el centenario de su nacimiento, más allá de congresos y conferencias, es que su legado esté donde y como se merece. Ya lo dijo en cierta ocasión, «lo curioso no es cómo se escribe la historia, sino cómo se borra».
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión