
Una cadena de errores
La renuncia a ser sede del Mundial 2030 y a la remodelación de La Rosaleda era inevitable a tenor de las circunstacias, pero ni evita la frustración ni la sensación de que los proyectos de la ciudad están todos embrollados
El mundo al revés. Lo normal es que los grandes proyectos se eternicen o fracasen por la falta de financiación, pero el plan para que ... Málaga fuese sede del Mundial 2030 de fútbol, con la consiguiente remodelación del estadio de La Rosaleda, se ha ido al traste a pesar de que tanto la Junta de Andalucía como el Ayuntamiento y la Diputación garantizaban los 270 millones de euros necesarios para ampliar el aforo y modernizar las instalaciones. La razón de esta decisión fue que el alcalde Paco de la Torre comprobó que era muy difícil, por no decir imposible, cumplir a tiempo con todos los compromisos: remodelar La Rosaleda y construir un estadio provisional con aforo suficiente para que jugase el Málaga C. F.
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Esta renuncia generó cierto enfado en la Junta de Andalucía, que quizá fue la administración que más apostó para que Málaga fuese sede del Mundial 2030 y se aprovechara la oportunidad para remodelar La Rosaleda. La Diputación, con más información de lo que estaba pasando, suspiró de alivio. Y el Ayuntamiento se puso a elaborar un relato para que esta medida generase el menor daño posible. De la Torre apeló a la afición malaguista y a la imposibilidad de disponer de 25.000 localidades en el estadio de atletismo.
De la Torre fue como ese patrón de barco que ve una tormenta en el horizonte y decide volver a puerto y suspender la travesía con la que tantos pasajeros soñaban.
La cuestión es por qué se ha tardado tanto tiempo en llegar a una conclusión que se intuía hace muchos meses. El Ayuntamiento de Málaga tiene un batallón de concejales, coordinadores generales, directores generales y técnicos, con el alcalde al frente, que no han sido capaces de desarrollar y agilizar un proyecto de este calibre. Eso hay que reconocerlo por mucho que escueza, porque el hecho de que los terrenos del estadio de atletismo tengan poca consistencia por su cercanía al mar y a la desembocadura del río Guadalhorce lo sabe media Málaga desde que se hizo el Martín Carpena, al igual que cualquiera conoce las complejidades en Martiricos para hacer el puente plaza sobre el Guadalmedina y la difícil tramitación por el impacto de las obras en los institutos de secundaria Guadalmedina y Rosaleda, al margen de otras instalaciones de servicios. Este proyecto ha sido víctima de la maraña administrativa y burocrática que caracteriza cualquier proyecto en esta ciudad y en esta comunidad autónoma, pero también, insisto, de la falta de diligencia para liderar este ambicioso plan cuya renuncia ha llegado ser calificada de «error histórico» por parte de algún cargo público de mucho peso.
Y esto lleva a reflexionar sobre la cantidad de ideas y proyectos que están embrollados en Málaga desde hace años. Desde la semipeatonalización de la Alameda Principal en 2019 o la llegada de los museos Carmen Thyssen (2011) y Pompidou (2015) no ha habido un gran proyecto cien por cien municipal. Es verdad que, como siempre ocurre con los alcaldes, De la Torre ha capitalizado actuaciones e infraestructuras impulsadas por otras administraciones o por entidades y empresas privadas, como la ampliación del aeropuerto, las líneas de Metro, la llegada del AVE y nueva estación de tren, la integración del Puerto a la ciudad, con el Muelle Uno y el Palmeral de las Sorpresas, el desarrollo urbanístico del Paseo Marítimo de Poniente, etc.
En un ejercicio de reflexión autocrítica hay que plantearse qué pasa con la remodelación del cauce del Guadalmedina, el Auditorio, los paseos maríticos de Pedregalejo y El Palo, la ampliación del Palacio de Ferias y Congresos, el Plan Litoral y los intercambiadores de la plaza de la Marina y Vialia, los terrenos de Repsol o ese proyecto alternativo al fallido intento de la exposición internacional de 2027.
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Málaga es víctima de una tupida e infranqueable telaraña burocrática con la Gerencia de Urbanismo como epicentro de un problema que dura ya más de un cuarto de siglo, del que todos hablan, muchos denuncian y nadie pone remedio, por mucho que el nuevo gerente, José María Morente, lo esté intentando.
Esto que ha pasado con el Mundial 2030 es un síntoma y una llamada de atención. La única diferencia respecto a ese montón de proyectos varados en los despachos de las administraciones municipales es que este tenía una fecha concreta de ejecución que no se podía superar. De lo contrario habría entrado en esa penosa letanía de cosas pendientes.
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La única demostración de que se ha recibido el mensaje es que se pongan manos a la obra con la nueva Rosaleda, al norte de Puerto de la Torre o donde sea, pero no parece que en los despachos del urbanismo municipal, o en la propia Alcaldía, nadie se haya puesto muy nervioso. Y cuando el vaso está casi lleno, alguien debería alertar de que la próxima gota puede colmar la paciencia y ya sea demasiado tarde.
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