«Macarena, Lur, aita»

Jueves, 14 de enero 2021, 07:32

He salido a la gasolinera con mi hija de ocho años. Le enseño a andar por la nieve y le cuento la historia de aquel ... día en que se nos echó la noche encima en un bosque de Suecia a cuarenta bajo cero y se nos olvidaba sobrevivir. Le anuncio dónde hay hielo y ella grita «¡Visto!». Al perro le duelen las almohadillas, y aquí y allá va marcando las paredes de nieve con señales de orina de un vivísimo color naranja.

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En los caminos donde se han atrevido a pasar los pocos coches, la nieve se ha apelmazado en un hielo azul espectral, casi un hielo de mar oscuro y de ahogado.

En el cielo en cambio brilla un sol limpio y amarillo como de Garmisch en el día del concurso de saltos de Año Nuevo que veíamos con mi padre vestido con una bata de cuadros marrones. Mi padre me enseñó a pescar, a bucear, a trepar por las peñas, a andar por el monte y a correr el encierro. A andar en bici y a poner enchufes no pudo enseñarme porque él no sabía.

En un descanso, con la punta del bastón escribimos en la nieve «Macarena, aita, Lur». Lur es el perro. Con mi aita arañamos nuestros nombres en un árbol hace muchos años, tantos que no recuerdo qué árbol es. Los padres somos gentes dedicadas a componer escenas definitivas para la memoria de nuestros hijos. Quizás se acuerde en un futuro del día en que, de camino a la gasolinera de la salida de la M11 de Valdebebas en Madrid, la ciudad donde vivían cubierta por la nevada del siglo, su padre le recitó los 'Cantares' de Machado, y que cuando decía lo de «ese lugar donde hoy los bosques se visten de espino» se le mojaron los ojos. Que después anduvo un rato explicándole que cuando parezca que en la vida no hay por dónde seguir, hay que tirar p'alante y abrir uno el camino. Probablemente le recuerde levantándose de la siesta con la mala uva o pidiéndoles a gritos a ella y a su hermana que no hagan tanto ruido mientras escribe la columna, que es lo que sucede mientras se escriben estas líneas.

Poco después llegamos a la gasolinera. No hay pan. Tal vez lo que buscábamos no era el pan.

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