Christian lleva más de un año trabajando y surfeando en Australia, desde Alhaurín de la Torre. Hace unos meses, se le unió su hermano, ya ... formado como cocinero en un ciclo de FP en Málaga, en uno de esos institutos donde puedes comer menú de lujo barato al mediodía. Se acaban de mudar a Bali, seguros de que se podrán ganar bien la vida porque uno de ellos ya lo ha probado: menuda pandemia se pasó allí, con un casoplón a precio de saldo. Natalia, hace tres años, estaba angustiada con el futuro laboral de sus tres hijos, dos en ingeniería y uno en Económicas y Administración de Empresas. Están los tres trabajando, dos en Madrid y uno en Málaga. El verano pasado, Alfonso quería ganar un dinero extra para ayudar a sus padres a pagar parte de su estancia universitaria en Escocia y consiguió entrar a la primera como dependiente en una gran superficie. Fue un verano duro, por los turnos, por los días de descanso pero vi la satisfacción del adolescente con su primera nómina, su primera cotización. A Leticia, ingeniera por Málaga que cursa su master en la Politécnica de Madrid, le salieron ya ofertas de empleo antes de acabar porque, eso es así, las chicas en ingeniería tienen ahora muchos programas específicos y se las rifan. A Cristina, después de pasarse varias vacaciones trabajando en grandes superficies para pagar sus caprichos &ndashvive en casa de sus padres&ndash, le acaban de dar la buena noticia que, después de un periodo de prueba, se queda en una de las grandes consultoras con sede en Málaga. Su hermana lleva tiempo en Madrid en la estructura general de una gran compañía para la que empezó a trabajar a pie de tienda. A Marta no le preocupó nunca el futuro laboral de sus cuatro hijos. Hace ya varios años me dijo «La demografía es la que es. Lo que no sé es cómo vamos a pagar las pensiones pero ¿nuestros hijos? Pero si lo que viene es La Gran Jubilación». Y así es. Lo ve cualquiera.
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Fernando, por ejemplo, funcionario municipal con plaza en propiedad después de las duras oposiciones a Técnico de Administración General, lo podía intuir. Ahora es el pipiolo en un área municipal en el que, cada dos por tres, se jubila alguien. Sorprendentemente, tampoco se están presentado tantos jovencitos a las oposiciones. Lo que de «todos quieren ser funcionarios» ha pasado a ser un mito que, como suele ocurrir, replican los opinólogos de tertulia que no se preocupan en poner pie en la realidad de la que hablan. En unas recientes oposiciones a ingeniero industrial para una administración no había veinteañeros.
¿Tienen claro que no les va a ir la vida en el trabajo? Pues también. Es algo de lo que hablamos los puretillas, a veces con cierto tono de lamento: «Esta gente no viene a dejarse las pestañas». Son conversaciones de choque generacional que tenemos. Mi amiga Adriana añade: «¿Y qué? A lo mejor a nosotras nos educaron demasiado en la idea de la realización personal a través del trabajo y muchos solo ven un sueldo para encontrar la satisfacción en su tiempo libre». Un amigo con estudio de publicidad consolidado me lo corrobora: «Te lo dicen tal cual. Que cuentes con ellos a tope las horas de oficina pero que te olvides de ponerte a trabajar como un loco para una entrega un fin de semana casi sin dormir». Y lo hablamos delante de un creativo recién jubilado, aquella generación 'Mad Men' que sabe perfectamente la locura de horarios, el nivel de exigencia, la cantidad de pruebas a la papelera. ¿Era mejor aquello? Pues no tiene por qué. Aunque para otro artículo dará el concepto ambición, sus bondades y qué pasa si se renuncia a él.
El futuro es prometedor para los más jóvenes, salvo asunto, gordo, de pago de pensiones
En cualquier caso, la minoría joven, porque van camino de minoría, puede imponer condiciones. Al menos, la minoría dentro de la minoría que sepa escoger grado, tenga actitud y seguramente idiomas. Conviene que se crean esas sirenas de «la generación mejor preparada de la Historia» y no confundan titulitis con aptitud y actitud. Nada más desolador que ver, por ejemplo, un vídeo sobre el estado de la Facultad de Políticas y Sociología de la Universidad Complutense, con faltas de ortografía gruesas en las pintadas de un edificio alejado radicalmente de la estética que asociamos con los templos del saber. Se está produciendo cierta injusticia social: hay familias que, por sus contactos, conocen los sectores con mejores perspectivas laborales. Son las que están evitando sentirse defraudadas si resulta que sus hijos no encuentran empleo «de lo suyo», si eso es algunos grados en Humanidades. A Medicina nadie entra engañado y de ahí la competencia feroz por las notas de acceso, lo mismo que a Informática o Matemáticas. No ocurre lo mismo en grados de Humanidades, donde pueden acabar primeras generaciones de universitarios que provocan gran entusiasmo en sus familias y que, sin embargo, tendrían mejores perspectivas habiéndose inclinado por ciclos de FP. De ahí la genialidad y el atrevimiento de Medac, la empresa dedicada ,a la Formación Profesional, cuando viniló muchos coches con aquello de 'No seas cateto'. A esas primeras generaciones universitarias nadie les cuenta que, en las Humanidades, supuestamente con un predominio aparente en sus pasillos de ideología de izquierdas, cuentan mucho los contactos familiares para las trayectorias profesionales posteriores. Son datos que conviene manejar en la prevención del desengaño.
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Teniendo el máximo de información, el futuro, por pura demografia, es prometedor para los más jóvenes, salvo asunto, gordo, de pago de pensiones. Sería deseable que supieran del esfuerzo fiscal que están realizando las empresas contratándoles o cómo se exprime a los autónomos, empujados muchos a la economía sumergida. También es cierto que muchos, hijos únicos, o, a lo sumo, dos hermanos, van a tener que cuidar de padres achacosos, seniles, con alzhéimer. Esa es la nube más oscura sobre su horizonte y, en la mano de todos está pensar quizás más en el cambio demográfico que en el cambio climático. En solucionar parte de ese problema, en la economía gris, también hay un importante nicho de empleo para los jóvenes. Trabajo no les va a faltar. Ganas, lo ignoro. ¿Actitud mental?, depre si nos seguimos empeñando en el «pobrecitos». Ninguno de los que inician este artículo dan mucha pena.
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