Guillermo Garabito tiene gesto y palabra, cosa rara ahora que todo el mundo va por ahí desapareciendo cuando habla como un catequista o Félix Bolaños. ... Ahora que va la gente pidiendo perdón por ocupar el espacio que ocuparía el aire si no estuvieran, viene Garabito a hablar con la voz como de trueno con rayo sobre la encina de detrás del corral, y pone la mano así sobre el atril, se mete la otra en el bolsillo y dobla el codo con gesto. Garabito podría ser el James Bond de Pucela, pero le ha dado por escribir metáforas sobre el otoño y disparar palabras, así que anda en smoking por las columnas; hasta cuatro le he contado en el jardín de La Mudarra.
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Allí el cielo queda tan cerca de la tierra que a uno le entran ganas de tirarse al suelo como si pasara un avión rasante. Me habita un temblor como de sentarse ante el folio en blanco de la columna. Escribimos para no estar solos y para permanecer. Después, si nos parten la cara, pues mala suerte, pero que al menos nos hagan caso. Tenemos más miedo al fracaso de la soledad que a la paliza en la puerta del hotel o al sistema de espionaje Pegasus que usan los poderes para mirarle a uno en el teléfono y en el corazón. La piedra sirve para lloverla y para llorarla esperando el invierno, y así desgastarla a base de tiempo y ausencias en cauces de lágrimas que como el Duero desembocan en Oporto. En lo que es hoy Chiclana de la Frontera Julio César se echó de rodillas ante un busto de piedra de Alejandro y lloró al concebir que, a su edad, el Magno ya había conquistado el mundo. Por La Mudarra van García y Raúl del Pozo a recoger el homenaje de la Fundación Godofredo Garabito y a recibir su ciprés de honor. García está para reaparecer. Del Pozo le recuerda que algo deben estar haciendo mal porque antes no los quería nadie y ahora les hacen muchos homenajes «como a los etarras». Lo escucho y me río, claro, y después lo que me sale es llorar ante la Virgen de Los Torozos, que es una virgen maternal, pues entiendo que no he conquistado el mundo a mi edad, y tampoco lo haré a la suya.
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