El cura Fran y sus cómplices

La justicia investigará y actuará en consecuencia, pero una vez más asistimos –al menos de momento– al mismo 'modus operandi' de la institución que debería velar por sus acólitos. Los hechos los denuncia «la pareja de Fran». ¿La pareja de Fran? Sí, porque resulta que este individuo tenía novia (o novias, una en cada puerto); un hecho conocido por, aparentemente, todo el mundo, incluida la Diócesis de Málaga. Resulta indignante que mientras muchos sacerdotes y obispos (entre ellos el de Málaga) cuestionan el modo de vida de –por ejemplo– las personas homosexuales, permitan que sus propios pastores se pasen por el forro su propia normativa.

Pero bueno, la hipocresía, aunque hiriente, no es delito. Lo que sí estaría bien investigar a fondo es cuál fue exactamente la reacción del Obispado cuando la novia de Fran les contó la primera vez que había descubierto material sexual presuntamente delictivo en el ordenador del párroco. De momento sabemos que no lo denunciaron antes quienes debían, sino que se limitaron a trasladar el presunto mal a los vecinos de un par de pueblos malagueños.

El problema de la Iglesia no es lo que exigen en público y permiten en privado. Ni siquiera lo es el elevado número de delitos sexuales entre sus curas. El problema real es que mientras no sean la vanguardia de las denuncias, hay quienes podrían culparles de ser cómplices de los pecados.