Ramón y Cajal y Darwin tenían en común, además de sus enormes aportaciones a la ciencia, que ambos reflexionaron sobre cómo deberían ser sus parejas ... y lo dejaron por escrito. A la luz de hoy, lo hicieron con cierto machismo, claro. Pero nos sirven de ejemplo incluso hoy porque, en el fondo, pensaban sobre cómo hacer compatibles sus aspiraciones laborales y sus deseos de familia. Su pareja debería tener claro que la prioridad de ambos no iba a ser la vida hogareña o social. La conciliación de entonces era así y, en muchos casos, sigue ocurriendo. Como suele explicar el ensayista y filósofo Jordan Peterson sobre el techo de cristal de las mujeres, las exigencias laborales de consejeros delegados de las grandes corporaciones multinacionales o de responsables de laboratorios de investigación punteros son durísimas y, en muchos casos, uno de los dos miembros de la pareja lleva el peso del trabajo de la casa o, si ninguno quiere renunciar a grandes metas profesionales, habrá que contratar a servicio doméstico. Hasta ahora, son mayoría las mujeres que ponen por delante a sus hijos que a sus trabajos en la cúspide de la escala laboral, pero la tendencia cambia. El otro día, una ejecutiva de una editorial contaba cómo la escritora de best sellers Dolores Redondo tiene de secretario a su marido, que se encarga también de la logística doméstica. En la política local también hay alguna concejal con muchas responsabilidades y un marido que ha dejado de trabajar fuera de casa para encargarse de los niños. Y algunas compañeras de izquierda le dan lecciones de feminismo porque no usa el lenguaje inclusivo.
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Darwin, cuando volvió de la expedición del Beagle, no tenía claro si casarse con su prima Emma Wedgewood y se puso a hacer listas con las ventajas y los inconvenientes.
A lo mejor a Emma no le gustaba Londres, quizás discutirían por las noches y él tendría menos tiempo para leer y, entre las ventajas, veía bien poder estar con ella en un sofá, al lado de una chimenea, leyendo, tocando el piano y con niños. Ramón y Cajal, por su parte, en Consejos para Jóvenes Investigadores, recomendaba elegir a una madre de los futuros hijos que fuera lo suficientemente culta como para animar al joven investigador en el trabajo y, a la vez, sencilla para conformarse con ocuparse de la familia y la casa. Para otro artículo queda que las condiciones laborales de los investigadores de hoy no dan para mantener a familia con un solo sueldo. Deja claro Cajal que, en el caso de que se consiga el triunfo, será de ambos. Sigue habiendo familias que funcionan con ese concepto de equipo. Los triunfos de fuera se consiguen por el buen ambiente de casa, donde se reparten las tareas como cada uno estima conveniente.
Nadie en el feminismo habla de la responsabilidad de elegir bien al que será el padre de tus hijos
Steven Johnson es un ensayista que, en su libro, 'Hipermetropía, cómo tomamos las decisiones que más importan', explica cómo somos capaces de darle más vueltas a la elección de unas vacaciones que a quién será el padre o la madre de nuestros hijos. Hoy que es 8 de marzo, Día internacional de la mujer trabajadora, de esa decisión dependerá en gran medida la posibilidad de que las mujeres ocupen, si así lo quieren, los puestos de más poder en la política y en la empresa. Las que quieran porque existen mujeres, para pasmo de muchas, a las que le gustan las tareas domésticas y no son tontas. Porque, como ha explicado Cayetana Álvarez de Toledo, nacer con ovarios no nos hace a todas iguales.
Nadie en el feminismo habla de la responsabilidad de elegir bien al que será el padre de tus hijos. Si te emparejas con alguien que no comprenderá jamás que te apasione tu carrera, que no trabaje para que las carreras laborales de ambos traten de cumplir sus aspiraciones, que espere sentado en el sofá a que llegues reventada de trabajar y te pongas a preparar sola la cena de los niños, nada podrá hacer el Gobierno, Irene Montero, los gritos feministas en las manifestaciones del 8M por ti.
Ese hombre egoísta y machista es una especie en extinción. Fíjense cualquier día en el Mercadona en los padres. Cada vez hay más solos, con los niños, haciendo la compra. También en las puertas de los colegios, charlando con otros padres. Son menos en los chats escolares, pero los conozco que lo han hecho de manera deliberada porque no soportan el grado de hiperparentismo que padecemos en la actualidad.
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En cada pareja, en cada familia, se ha librado una negociación, a veces de manera continuada, sobre cómo organizarse mejor para beneficio de todos. Si, como Cajal y Darwin, hubiera que hacerlo por escrito, tendrían que ponerse las aspiraciones profesionales de ambos, la importancia que se le dé al dinero, la satisfacción o no que se obtenga del trabajo fuera de casa, lo fundamental que se crea que es pasar tiempo con los hijos y, sopesado todo, tomar decisiones. La gran decisión. La que no tomará ningún gobierno por nosotras, ninguna ley, ninguna asociación feminista.
El resultado puede ser decidir que es más gratificante trabajar a tiempo parcial y dedicarse más a la casa. O, quien pueda y quiera, dejar de tener una nómina y empujar así la carrera de la otra persona. O que sea el padre quien lleve el peso de la casa. Somos personas adultas y libres, con nuestras circunstancias, así que no cabe que, al ver la presencia no igualitaria femenina en la cúspide laboral, la conclusión es que se discrimina a la mujer, como si no existieran las que toman decisiones con perfecta conciencia de sus repercusiones. Con responsabilidad.
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Hacen falta horarios escolares más compatibles con los laborales y más flexibilidad en los trabajos para poder atender a la familia pero, a la postre, hay una gran decisión a tomar. Conviene dedicarle más tiempo que a elegir si el crucero es por el Mediterráneo o por el Mar del Norte.
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