¿Gran ciudad? ¿Ciudad grande?
Málaga se encuentra en una encrucijada. En poco más de dos décadas ha pasado de ser una ciudad 'satélite turística' a convertirse en un polo ... cultural, turístico, tecnológico y logístico de primer orden. Sin embargo, mantener esa posición requiere algo más que voluntad: exige infraestructuras capaces de responder a la creciente demanda de grandes eventos internacionales.
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El caso más reciente lo ha puesto en evidencia la Comic Con Málaga. La cita, que aspiraba a consolidarse como referente europeo, se ha topado con los límites físicos del Palacio de Ferias y Congresos. El recinto, que fue pionero en su inauguración a finales de los 90, hoy se ha quedado pequeño. La falta de espacio ha obligado a reducir aforos, limitar expositores y, en consecuencia, frenar un crecimiento que podría situar a Málaga en el mapa mundial del entretenimiento y la cultura popular. Las colas han sido insoportables y lamentables, ambas cosas impropias de una gran ciudad.
Este no es un problema aislado, sino un síntoma. Una gran ciudad se mide por su capacidad para acoger con solvencia congresos de miles de asistentes, ferias tecnológicas internacionales o competiciones deportivas de alcance global. Málaga dispone de una marca poderosa y de un ecosistema empresarial y turístico en expansión, pero sin infraestructuras adecuadas corre el riesgo de ser percibida como una ciudad grande y no como una gran ciudad.
La política municipal y empresarial tiene ante sí una responsabilidad compartida. No basta con celebrar éxitos puntuales; es necesario trazar una hoja de ruta que contemple la ampliación o construcción de un gran recinto ferial y de congresos, la mejora de las conexiones ferroviarias y aéreas, y una apuesta estratégica por diversificar el tipo de eventos que llegan a la ciudad.
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El ejemplo de la Comic-Con debería servir como llamada de atención. Si Málaga quiere competir con Lisboa, Valencia o Bilbao, no puede conformarse con el entusiasmo inicial. Requiere visión, inversión y coordinación público-privada para consolidar un calendario estable de citas que proyecten a la ciudad en el plano internacional. En definitiva, el futuro de Málaga no depende sólo de su atractivo natural o cultural, sino de su capacidad real para ser anfitriona de los grandes acontecimientos que definen a las verdaderas capitales del siglo XXI. Aquí no nos cansamos de repetir la misma cantinela: podemos morir de éxito, porque mantenerse es más difícil que llegar...
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