La fiebre del oro
Ayer apareció en estas páginas un interesante reportaje sobre la mutación de la calle Carretería. 'Carretería Street, complejo turístico' lo tituló Alba Martín Campos. ... Una calle, Carretería, que sirve de símbolo de tantas otras del centro de nuestra ciudad, convertido prácticamente en su totalidad en eso, en un complejo turístico. Carretería, como se puede ver en el citado reportaje, ha tenido sus propias peculiaridades en la metamorfosis. La desaparición de los 'Compro oro', por ejemplo, para convertirse en locales pensados en buena medida para el turismo.
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Más que comprar oro lo que ahora abunda es la búsqueda del metal precioso. El Dorado, el lejano Oeste con sus buscadores armados de cedazos, mulos y una ilusión desaforada. Un espejismo colectivo. La fiebre del oro encarnada ahora en una interminable procesión de turistas que deambulan por este río malagueño en chanclas y pantalón corto en busca de pepitas. Fotografiando cada esquina, haciendo colas en las calles abarrotadas para saciar la sed o el hambre. Calmar la ilusión del viaje, darle sentido. El viaje, al menos antes era así, consistía en la exploración de lo desconocido. Arribar a un puerto poco transitado, encontrar una ciudad distinta de aquella de la que procedíamos, contrastar identidades. La globalización ha convertido el viaje para la mayoría de los usuarios en una excursión a un parque de atracciones. A un decorado por el que transitan otros turistas guiados y atendidos por figurantes.
En una u otra medida parece que todos estamos condenados, como animales sociales que somos, a seguir la línea del hormiguero. La ruta que nos marcan. Sean los 'tour operadores' o las modas. La red social o, todavía, la televisión. Cada vez resulta más difícil huir de la inercia. Y así, en ese dejarse llevar, llegan los buscadores de momentos dorados a Málaga. Carretería Street. Málaga Street. Y los malagueños nos vemos obligados a replegarnos. A ceder espacio más allá de lo que significaba la vieja hospitalidad. Porque no se trata de que el visitante sea acogido en nuestra casa y en nuestras calles, sino de que se adueñe de ellas en una proporción que vulnera el concepto de lo hospitalario. Traen riqueza, sí, traen pepitas de oro. Pero de qué modo se reparte esa riqueza y a cuántas personas les encarece la vida y las expulsa de su espacio vital. Fenómeno global. Málaga, ya lo sabemos, no es la única en padecer esta fiebre. Solo que aquí el fenómeno ha sido efervescente. De no existir ni una sola tienda de souvenirs a este desparrame que, por descontrolado, lleva a uno a pensar si no se estará matando a la famosa gallina.
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