Felicidades Málaga
Un análisis sosegado sobre la situación de la capital y la provincia invita a afirmar que hay muchas más cosas para sentirnos satisfechos que para caer en el descontento
Málaga cerrará 2024 con un crecimiento del 3,6 por ciento, un punto por encima de la media nacional y a la cabeza de Andalucía, ... que despedirá el año con un 2,8 por ciento. Y la previsiones para 2025 siguen sindo optimistas. Los datos macroeconómicos apuntan a que tanto la provincia como la región marchan a toda máquina, a pesar de que la renta per cápita, los salarios, la subida de los precios y el alto coste de la vivienda inviten a pensar lo contrario. En cuanto a las percepciones subjetivas y poco científicas, se aprecia un alto nivel de consumo, los bares y restaurantes están llenos y hay alegría en las calles, que algunos economistas atribuyen al cambio de actitud tras la pandemia, una especie de carpe diem familiar. Se podría pensar que muchos han optado por vivir al día, pero la realidad es que el ahorro de los malagueños en los bancos ha crecido un 43 por ciento desde el Covid. Por otra parte, según el informe 'El estado de la pobreza en Andalucía. Seguimiento de los indicadores de la Agenda 2030 UE 2015-2023', uno de cada tres malagueños está en riesgo de pobreza.
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Esto no hay quien lo entienda, pero lo cierto es que la maquinaria no deja de funcionar mientras 'The Economist' sitúa a España como el país de la OCDE con mayor crecimiento económico, aunque también con una deuda del 105 por ciento del PIB que es como una espada de Damocles. Uno, que no es experto, tiene la sensación de que somos funambulistas sobre el alambre de la economía y que preferimos mirar al frente antes que fijarnos en el abismo. Como siempre, todo irá por barrios.
Este preámbulo no puede ocultar, sin embargo, que hay motivos más que suficientes para felicitarnos por la ciudad y la provincia en la que vivimos, capaz de ofrecer oportunidades y, sobre todo, un estilo de vida mucho más saludable y menos estresante que en otras capitales. Se trata de ver el vaso medio lleno o medio vacío, porque nos podríamos preguntar cómo sería Málaga si no tuviese la actividad y el dinamismo actual, si el centro y la Costa del Sol no estuvieran llena de turistas, si no hubiesen venido tantas empresas tecnológicas, si no se hubieran rehabilitado tantas viviendas en el casco antiguo tanto para viviendas turísticas como para venta, aunque muchas de ellas hayan sido adquiridas por no residentes. Es decir, cómo serían Málaga y su economía si no hubieran pasado las cosas que han pasado.
Eso no evita que haya importantes amenazas y riesgos, con diferentes dimensiones, que habría que analizar. Las dificultades para adquirir una vivienda, la precariedad salarial y los problemas de movilidad conforman un triángulo perfecto capaz de amargarnos la vida y el crecimiento y que, con mayor o menor eficacia, están en la agenda de todas las administraciones. Luego hay otros asuntos que no habría que despreciar.
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La pérdida de identidad de las ciudades es un problema global y cuando uno viaja tiene la sensación de que todas las capitales son iguales. Y en Málaga lamentamos el goteo de cierres de bares, comercios, tiendas y restaurantes de toda la vida. Solemos llorar su fin y nos rebelamos, sin darnos cuenta de que si echan el cierre es porque los propios malagueños abandonamos ese bar, ese ultramarinos o ese comercio de toda la vida. Es una paradoja perversa.
Pero la realidad es que sí habría que replantearse preservar nuestra identidad, nuestra forma de ser, nuestras tradiciones y nuestras cosas. Pero eso pasa por un compromiso real de todos y no solo postureo malaguita.
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Quizá el primer paso sería deshacernos de la negatividad, del pesimismo, de los malasombras y los malajes, lo cual no significa abandonar el espíritu crítico sobre la propia ciudad y la sensibilidad hacia los que necesitan apoyo. Me refiero a ver la parte buena, la cantidad de cosas que nos ofrece Málaga y de las que se pueden disfrutar, de los avances, de las mejoras y de la suerte que significa vivir aquí, simplemente al sol y con buena compañía.
Yo, en este final de año, me felicito por Málaga y me recreo en la suerte de vivir aquí. Esa suerte que tantos anhelan y envidian. Me resisto a caer en la pesadumbre de aquellos a los que todo, hasta una cerveza en la terraza de un bar de barrio, le parece un horror. ¡Viva Málaga! ¡Y Feliz Navidad!
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