HIGINIA GARAY

La factura es con las mujeres de los años 70

EL FOCO ·

Empecemos a celebrar que las mujeres, en España, en 2022, no nacemos más víctimas que los hombres

Domingo, 6 de marzo 2022, 10:22

No era una conversación sobre mujeres, ni feminismo. Sí era un aperitivo donde sólo había mujeres de unos 50 años y hablábamos de cualquier cosa ... cuando Cristina, sin darle importancia, explicó que su madre era subinspectora de Hacienda jubilada. Estudió Derecho con tres niños en el mundo. Me acordé entonces de que estos días el feminismo profesional vendrá con la lista de metas pendientes para la igualdad, un concepto cada vez más difuso porque no sabemos si es de oportunidades o si se trata de que exista paridad en todos los ámbitos, aunque se hable siempre de las pocas mujeres en los consejos de administración y nunca de su ausencia en los barcos que faenan en alta mar o de por qué no dejan salir de Ucrania a los hombres. O de pensar que todas las mujeres tenemos que ser iguales: mismas aspiraciones profesionales y compartir la creencia de que, hoy, en España, hay una organización social, el patriarcado, que nos hace la vida perra y que la conforman los varones, nacidos todos con el pecado original del machismo, obligados a penar por todas las faenas que se han hecho a las mujeres por los siglos.

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Casi todas las políticas, académicas y activistas que tratan de inculcar esas ideas son mucho más jóvenes que la madre de Cristina. Para justificarse, trasladan la idea de que su lucha actual, la de ahora, es una pugna épica por los derechos de la mujer, que fueron conquistados en la transición e incluso antes por la generación de la madre de Cristina. A este paso, bromeamos todos los 8m, nos enteraremos un día de estos que hemos conquistado el sufragio femenino, total, Irene Montero nos ha dicho que gracias a las medidas de conciliación de su ministerio nos vamos a poder ir de cafés con las amigas.

Frente a ellas, que hacen creer a las jovencitas que en los 80 casi ninguna iba a la universidad, conviene recordar a las que de verdad abrieron camino. Cada año desde hace varios se bate el récord de mujeres jubiladas, o sea, hace 40 años ya había un considerable número de ellas trabajando fuera de casa. Cualquiera que busque en internet orlas universitarias en los años 60 y 70 puede comprobar que la presencia de las mujeres en las aulas no era residual. Conozco a mujeres que rozan los 80 que estudiaron Físicas, que fueron inspectoras de Educación, bibliotecarias. Tuve la suerte de estudiar en el Colegio Mayor Poveda, de Madrid, que tiene más de un siglo de historia de universitarias. Aquí en Málaga, María Godoy Rosado, fue de las primeras licenciadas en Químicas por la universidad de Granada, profesora en el Gaona, hija de un ayudante de Obras Públicas y madre de ocho hijos. Su marido, Eduardo García Rodeja, era catedrático en el mismo centro.

Cada año, desde hace varios, se bate el récord de mujeres jubiladas

Ninguna tenía padres formados en igualdad ni referentes femeninos, queja habitual contemporánea para explicar por qué no hay tan pocas informáticas cuando, paradójicamente, hace 30 años había más. Pero sí tuvieron muchas veces el apoyo de hombres. Lo cuenta Victoria Kent en una entrevista maravillosa de TVE: «De los hombres he tenido compañerismo y ayuda» y lo dice una señora nacida en el XIX. ¿Son peor los hombres ahora? Parece dudoso. Cierto es que fueron esas mujeres las que tuvieron que poner a menudo a algunos en su sitio por comentarios y por actitudes. Muchas trabajaron fuera de casa y también lo hacían todo dentro, luchando contra remordimientos por cocinar peor que sus amigas o ver a sus hijos menos. Las que llegaron a puestos altos de responsabilidad lo podían hacer porque otras mujeres, de orígenes muy humildes, se encargaban de la intendencia doméstica. Sigue pasando pero ahora son de otros países.

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Fue en los años 70 cuando se empezó a notar más la incorporación de las mujeres a determinados trabajos. Muchas lo hicieron apoyadas por hombres, por sus padres o por profesores de instituto que las animaban a seguir estudiando, como dice Kent. Aquello no fue una conquista de un sexo contra el otro en multitud de hogares. Seguro que sí lo fue en otras muchas familias, donde las chicas tuvieron que luchar mucho más por hacerse valer, frente a sus padres y también, sus madres. Pero fueron batallas de actitudes individuales, meritorias, que nada deben a las actuales asociaciones afines al Ministerio de Igualdad.

Todo eso se conseguía mientras los referentes femeninos en las películas españolas solían ser mujeres que se quedaban casi en bolas a la mínima, un destape lógico y festivo tras la dictadura que no hizo que la mayoría de las mujeres se creyeran que debían ser como las protas de las películas. Ahora, el Observatorio de la Igualdad se ha dedicado a revisar la letra de Chanel para Eurovisión y concluye que perpetúa estereotipos de género. Cosas de tener un entramado de feminismo profesional que nos trata como a tontitas, que no sabemos elegir carrera y que vamos a actuar cómo nos dice una canción.

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Esta semana, en Málaga, el profesor y ensayista Félix Ovejero vino a hablarnos de la construcción del relato. Ahora que nos adentramos en la semana festiva de la mujer, algunas pensamos que ese relato hegemónico en los medios y en la política parte, a veces, de supuestos empíricos falsos, como dar por sentado que todas las mujeres quieren trabajar fuera de casa y llegar a lo más alto y que, si no lo hacen, es por las imposiciones del patriarcado. Cuando ocurre este divorcio entre relato y realidad, surgen los reaccionarios. Lo estamos viendo. Así que, cambiemos el relato y empecemos a celebrar que las mujeres, en España, en 2022, no nacemos más víctimas que los hombres. Y, si me pasan la factura de lo que debo, será a las mujeres de los años 70. A las que patrocinan el feminismo de la eterna queja y del agravio, las del puritanismo y las que quieren que nuestras hijas estudien lo que ellas digan, las que nos creen más necesitadas de proteccionismo, a esas sólo les debo haber descubierto que las nuevas machistas son ellas. Conviene no confundirlas con feministas. Seguro que la madre de Cristina no lo haría. Le tendremos que invitar a un café de amigas y comentarlo, sin debérselo a las medidas del plan Corresponsable del Ministerio de Igualdad.

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