Cómo me enganché a una app que prometía una vida mejor

VOLTAJE ·

Jueves, 15 de julio 2021, 07:56

Me la recomendó una amiga, y desde el principio me advirtió del síndrome de las primeras semanas. La promesa consistía en alargar la vida, mejorar ... el cuerpo, la piel y la actitud, es decir, la felicidad. La aplicación se llama Yuka y consiste en un análisis de los productos que hay en el supermercado mediante el código de barras. Incluye también a la cosmética. El programa está diseñado por unos francesitos muy finos, bien hechos, acompañados por una pequeña legión de jóvenes competentes. Al verlos recordé a un líder espiritual que se echó Lisa Simpson en un episodio: «Soy vegano fase cuatro, no como nada que dé sombra».

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La recomendación me vino por la mañana y a media tarde la app ya había tachado de tóxica la mayoría de mi despensa; el frigorífico era un arma de destrucción masiva. Me la bajé enseguida y ahora tardo el doble de tiempo en hacer la compra. A los 'yukeros' se nos reconoce por ir escaneando cosas por ahí como si tuviéramos un trastorno o como si se nos fuera la vida en ello, porque se nos va. En una semana, he aceptado un enorme gasto en elementos que parecen haber sido diseñados para matarme; cuánto dinero invertido en productos tóxicos y fatales. Algunos aditivos quieren destrozar mi ejemplar función tiroidea. El exceso de fósforo tendría una consecuencia nefasta para mis riñones. El glutamato, presente por lo que parece en casi toda mi dieta, «puede originar» (sic) náuseas, migrañas, enrojecimiento de la piel, sofocos. Mi champú fortificante podría conseguir que me quedara calvo. En general mi cesta de la compra pasa por la infertilidad, la impotencia, el enrojecimiento de los párpados, la huida en bloque de las hormonas, alergias, infartos, obesidad y fatiga, sobre todo fatiga. Es un alivio que el programa no analice bebidas alcohólicas.

Esta aplicación es perfecta para los paranoicos con tiempo libre, lo dice alguien que cree haber ganado por lo menos 15 minutos más de vida, y un torso mejor. Por lo demás, todo son golpes: la mantequilla light, mala. Unos tortellini rellenos que están buenísimos, mediocres. La protección solar carísima que uso, mala. Los 'conos' que son imitación de otra marca conocida y que me gustan más que los originales, malo. Mayonesa, cómo no, mala. La hidratante que he recomendado a media Málaga, mortal. Tofu ahumado de una famosa marca bio, regular. Mal también el desodorante. Si fuera por la aplicación y a tenor de lo que tengo en la cocina, hoy tendría que alimentarme de yogures (no todos), tomate frito casero de una marca concretísima, huevos de gallinas en éxtasis continuo y con las que intercambiaría mi vida, y gazpacho, y un jabón de manos que me promete la vida eterna.

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