Cataluña cree urgente indultar a las brujas condenadas en 1600, pero se celebra que el número tres de Sortu haya sido jefe de ETA. Si ... a España le triangulas las tonterías resulta que hay que traer al presente los horrores cometidos por los tribunales santos de hace quinientos años, pero el terrorismo en el País Vasco, pelillos a la mar. Que le quieren poner una calle a la pobrecita bruja de hace cinco siglos, pero si preguntas en los colegios, nadie sabe quién fue Gregorio Ordóñez.
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David Pla fue el jefe de la última cúpula de ETA y no llevaba capirote, pero sí pasamontañas. Comenzó su andadura violenta en la kale borroka como miembro de Jarrai en lo que Arzalluz llamaba alegremente «los chicos de la gasolina». Pegaban unas palizas que no veas. Después resultó condenado por preparar un atentado contra el alcalde de Zaragoza, José Atarés. En su última etapa abogó por el fin de la violencia desde dentro, que como es obvio resulta un logro que solamente se puede alcanzar desde dentro.
Yo creo y digo que Bildu no es ETA, pero a cada poco Bildu se empeña en llevarme la contraria. Poner un encapuchado a dirigir un país no parece la mejor de las opciones desde ningún punto de vista que no sea el homenaje a aquellas capuchas. No es que Pla atracara a una vieja estando con el mono del caballo o que un día trompa cogiera un coche y matara a un anciano que cruzaba la calle, no. Es que se disponen a defender unas ideas que ya defendían con balas de nueve milímetros y ollas llenas de goma dos. Es que está ahí justamente por haber dirigido ETA.
Claro que todo el mundo tiene derecho a una nueva vida, pero es que me estoy acordando de los tiempos de la primavera de la nueva política en los que la izquierda pretendía un acuerdo nacional para que los partidos no aceptaran en sus filas a condenados por corrupción. Y tenía su sentido, aunque llegó el otoño temprano de los coches oficiales y el sol poniéndose sobre el seto del chalé de Galapagar. Instalado en esas confortables podemías, hay que entender que cualquiera sea susceptible de confundir la hora de cambiar las cosas con el momento de encender la chimenea.
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