El empresario, el cura y el sindicato
Fernando Arcas
Historiador
Jueves, 30 de octubre 2025, 01:00
En la Málaga de la transición, antes de la muerte de Franco, había empresarios con crisis de conciencia social, curas que dialogaban con el marxismo ... y a los que se multaba por sus homilías, y sindicatos que luchaban en la clandestinidad por mejoras sociales y políticas y cuyos militantes iban a la cárcel por ello. Nada que ver, por tanto, con esta otra Málaga en la que la democracia se cuestiona abiertamente en sus valores, y el capitalismo neoliberal parece campar a sus anchas.
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Lo contaba el cura y canónigo de la Catedral malagueña, José María González Ruiz, en cuyo piso de calle Álamos se hacía política, cultural y de la otra, un lugar de acogida para la oposición clandestina democrática malagueña, como lo había sido también el que tuvo en calle Galileo en Madrid. Aún era el franquismo, pero la cultura democrática florecía espontánea por todas partes, y lo hacía con un alto contenido en la consideración de las injusticias sociales. Y no sólo afectaba este cambio a la juventud obrera y estudiantil, sino que se trataba de un amplio movimiento interclasista que incluía a una parte del mundo empresarial.
No era extraño que hubiese empresarios apoyando estos movimientos de apertura democrática, por convicciones propias. Pero en el caso que contaba González Ruiz, se trataba de uno de ellos con problemas de conciencia social cristiana. El empresario, que le manifestaba al cura amigo los suyos, lo hacía por la injusticia social que le había permitido beneficiarse, no del sistema capitalista -que no había cambiado desde sus orígenes en la revolución liberal burguesa española del siglo XIX-, sino del modelo de capitalismo de la dictadura de Franco, que había sometido a la clase trabajadora desde la Guerra Civil a un régimen de dura represión político social, dejándola indefensa para la reclamación de sus derechos. Para comprender eso hoy, hay que tener en cuenta la deriva social, y en cierta manera también política, que había adquirido la Iglesia católica española durante los papados de Juan XXIII y Pablo VI, y los contenidos del Concilio Vaticano II y de sus encíclicas en materia social y de derechos humanos.
González Ruiz adaptó a su manera la 'penitencia' al 'pecado' de enriquecimiento injusto del que aquel empresario se sentía intelectual y moralmente culpable. Le propuso financiar uno de los congresos o reuniones clandestinas de las entonces ilegales pero muy activas y mayoritariamente comunistas Comisiones Obreras de Málaga. Es decir, contribuir a restablecer al menos la desigualdad en que los trabajadores luchaban por sus derechos durante la dictadura, ayudando al fortalecimiento y desarrollo de su organización.
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González Ruiz terminaba aquí lo que contaba, o es que quizá no podía contar más. No sabemos, por tanto, qué ocurrió con aquel empresario, ni si las Comisiones Obreras malagueñas llegaron a recibir una ayuda tan peculiarmente promovida por un miembro destacado de la Iglesia. En cualquier caso, no está de más traer la historia a este presente en el que si han desaparecido las trabas jurídicas y políticas para el movimiento obrero, no así los recursos extraordinarios con que cuenta el sistema capitalista en su versión más agresiva neoliberal. Cabe preguntarse, por tanto, cuál es hoy la posición de estos tres grandes protagonistas de la historia reciente de España, y que hemos concretado en la figura del empresario, el cura y el sindicato. Ha ganado, sin duda, con la libertad, el movimiento obrero, aquellas Comisiones clandestinas y perseguidas hasta la cárcel por la dictadura, como otros sindicatos de clase. Los empresarios, por su parte, ya no tienen remordimientos porque el juego entre el capital y el trabajo esté mediatizado a su favor por un tercero autoritario. Si acaso, y es mucho pedir en el mundo actual, alguno creyente se confiese porque la balanza del sistema neoliberal sigue inclinada, y mucho, hacia él. ¿Y la Iglesia? Aunque cumple una función social reconocida, se echa de menos a aquel canónigo rebelde y profético sevillano afincado en Málaga que fue José María González Ruiz, capaz de decirle a los poderosos, como ha hecho Francisco, verdades como puños.
La esperanza nos hace creer, tener fe, para cambiar el mundo, escribe Byun-Chul Han. Estos tres protagonistas, el empresario, el cura y el sindicato, actuaron en el tiempo esperanzado de la Transición a la democracia española, un éxito histórico. En este tiempo de incertidumbre que nos toca ahora, ojalá que otros hayan tomado el relevo para la construcción, con el mismo éxito, de un presente mejor.
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